lunes, 11 de mayo de 2015

La pasión según FB 2

PURPLE RAIN
El ya viejo truco de la foto de perfil para prendarse dio resultado y fue fiel a lo demás. Exudaba sensualidad resulta una mala frase en su caso. Vivo para complacer, dijo, y mentía con conciencia. Para complacerse, sí, y de ese modo al mundo a través suyo.
Desde luego no la pretendería y la edad era, si acaso, la última razón. De intentar tocarla de cualquier manera la magia se rompería y de vuelta agradecí ser abuelo. Mirar, admirar, pensé años atrás al encontrar a la más misteriosa mujer. Con la nueva la historia tendría que repetirse sin el menor desvío, venciendo las tentaciones, ni siquiera un pasito rumbo a ella.
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Eso publiqué en mi muro a dos días de conocerla. Y la noche siguiente: Imposible no emborracharse de ella. Emborracharse con su cuerpo y la sugerencia que hace de él; con su descaro y sus historias descubriendo a una mística tras una criatura que vale su peso en oro del erotismo.
A la próxima: Bastó escuchar su voz para que terminara de enamorarme perdidamente. El volcán se volvió niño y jugaba.
De agregado iba mi auto advertencia: Las reglas no se alteran un ápice. Sólo habrá mágia a distancia, así ésta ahora no sea mucho mayor que el alcance de la mirada. Que también, y en mucho, de eso está hecha la vida, ¿verdad, Emi?, ¿verdad, Sebas? El abuelo, como ustedes, el columpio en el parque, la pelota que rueda...
¿Vendo la trama, pues la historia ocurre entre el primer comentario y el que no es el último y podría en beneficio del relato?
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No fui yo quien la buscó y sí en cambio, reconozco, el que dio marcha atrás en la decisión de cerrar la cuenta, apenas vi la foto en la solicitud de amistad. El cabello negro se recogía dejando algunas ristras al vuelo para completar la oferta a su sorprendentemente pequeño y por eso significativo mundo virtual. Miraba hacia un lado, como convenía al juego desprecio-invitación, y la carne de una extraordinaria frescura se volvía irresistible exhibiendo en el escote de una blusa campesina cuánto la maceraba el amor.
El secreto se escondía en los ojos y la boca, de los cuales yo no tendría el brillo, el sabor, el pajareo; en consecuencia, secreto martirio, muy conveniente para la historia y para mí, creo, en tanto amo  absoluto de la fantasía (creo, nada más, y gran cosa la duda se agría si hago cuentas a lo macho: faltarme también el aroma de cada rincón en el voluptuoso cuerpo, por ejemplo).
Y pensar que esa ella nació por un rechazo... San Juan de la Cruz se me vino a la cabeza en sus intensísimos viajes pasionales con el Dios en el cual no creo, como en ningún otro. ¿Porque a qué rechazo respondía la joven de veintisiete años?; ¿al del hombre a quien envió furiosos correos de despedida, o al primigenio -en el nombre del padre, inicia la bíblica oración?
Las dudas no salían de mí sino de nuestras conversaciones. Ella sabía, supo siempre quizás, que pasó de cero a cien por un amor superior al que estaba a su mano.
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-¡Tu foto de regalo, tu foto, por favor, deja que la ponga! -le pedí en silencio para no tocar el tema jamás de vuelta, fuera en la forma que fuera. Cómo compartir la gloria de ese instante al derramarse entera sobre el mundo.
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Eres un ángel que cayó del cielo o un ser cósmico que me generé bastante bien y quiero llorar de alegría -dijo. -Viájame y úsame, que para eso estoy. Te confieso, no eres el primero que lo hace.
¿Me aprovecharía de ella, yo, el Abuelo?
Después de eso empecé a llamarla Little Susie. 

Para sus amigos puso un vínculo a este cuaderno y hubo el casi obligado diálogo en el viento.
-Esa es la pobre versión vista desde el abuelo. Y la buena, la que contará T.
-Esa T es una loca que te pidió limosna para el alma en el nosocomio donde diste una plática jaja.
-¿Tú qué sabes de la vida, si no conoces a T? -escribí con un clásico jjj final, y no reía: la frase era precisa y me la dirigí: ¿Tú qué sabes de la vida, si no conoces a T?
Apenas unas horas antes fue que escuché su voz por primera vez. Las letras en la pantalla tenían un tono grave, por una probable deducción del metro setenta y nueve de estatura que impresionó al hombre pequeño que soy. Leí mal, claro, si desde el inicio anunció una alegría torpe, en palabras de ella. Campanilleaba esa voz, por sistema entre risas, sin mesura alguna, en una instintiva celebración de hasta lo más insignificante, golpeando contra la gente, los muebles, las paredes, ni más ni menos que los alocados brazos, piernas, caderas. De pájaro celebrón, era.
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La película transparente entre sus dedos, ofreciendo porque estaba agradecida y sentía mi agradecimiento: por la existencia y ya, los dos, cada uno en su mundo, absolutamente irreconciliables entre sí, y entonces ideal complemento.

Ambos continuábamos nuestros días de empeños, de entrañable bisutería del trabajo y el hambre, y amores. Yo en eterna remembranza de la Niña, y ella... ¿cómo saberlo? Me lo contaría en el momento mismo, de pedírselo, y no queríamos. De su historia erótica se trataba todo.
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Gritó la alarma de la página. Era ella exigiendo que pusiera una canción.
Ya estábamos de nuevo en el universo Purple rain, que así quise llamarla también. Yo existía sólo cómo cuanto deseaba: sentidos pendientes de ella, y una duda: ¿me castigarán Dylan y doña Eleni por la música de aquélla viñeta? ¿A quién le importaba, si volvía dentro de ella, a su vientre, sus venas, por las terminales nerviosas, los circuitos del cerebro y más allá?
-Anda, sigue enloqueciéndome de placer -pensé entre la borrachera en la cual vivía desde tres días atrás.
-¿La verás alguna vez? -preguntó el único amigo a quien contaba la relación.
-¿Verla?, si la poseo todavía mejor que con la boca entre su sexo.
¿Calladamente el Abuelo confiaba en una trama que lo llevara al paraíso de la Purple.
Entonces de la ventanita del chat se puso a fluir un río de letras y tuve miedo.
-Debemos empezar un algo, no sé qué, para no robar tus historias - le dije, y mientras, para mí. -No en balde te autonombraste el Idiota: a su lado la noche más tímida sería un cielo un millón veces multiplicado, en comparación a tu borrachera virtual.
Su potencia me rebasaba de una manera brutal. Era un estampida de animales y yo una brizna de hierba que contemplaba con azoro el espectáculo rogando sobrevivir a él.
Di click a las listas de reproducción y fui por lo primero a la mano, para volver a mí.
Cuando más miedo tenía nos encontramos a través de lo más natural: el humor.
Al marcharse a dormir, sin palabras le prometo: haré cuanto sea, excepto vulgarizarte, hermoso ser.
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Tu vida, la mía, por la cuál no te interrogarás ni un segundo y es lo correcto: cumples el papel de personaje, como a su modo la Niña cuando hace no mucho y para una larga estancia, en su caso también de cuerpo presente, llegó por aquí mismo con veinticinco, tropicales años. ¿Me preparó para entenderte o fue Mía, justo de tu edad, poco antes, y sus caderas-marea, parecidas a las tuyas? El de abuelo es un oficio, ¿sabes?, así se enrede en el más rabioso entrecurzarse de pieles. Contigo lo practicaré a lo San Juan de la Cruz y a lo T, porque los dos se licuan en espíritu... me parece. Misterio de arriba abajo, querido Volcán.
En fin, como la Niña, como Mía, como yo, quedas atrapada en la letra. En cada interpretación tendrás una vida sin registro en tus días y quienes la escuchen no precisarán si en verdad pisaste las calles. Tampoco nos importa, ¿no?
Hasta mañana, pues, se despide quien decidió ser tu esclavo invirtiendo la película que así quizás ajuste a tu maravilla.
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Pasa un día que es larguísimo y no por la falta virtual de ella, el volcán-estampida con la cabeza y algo más metida entre sus recuerdos y un teclado donde registrarlos hasta lo infinitesimal; no por falta de ella, pues, sino por sobra en la pluma ventosa, digamos, casi sin pausa durante veinticuatro horas.
Cada uno presumiendo al otro en vaya uno a decir qué boba calma, cuando a las ocho con cuarenta y dos pm se encuentran, a gritos resulta la cosa. Por fin entonces el teléfono y el peso de ambos mejor percibido.
Como todo pleito, el primero le sube el volumen a la flama.
Gracias, conductora del tren bala que a cada uno a su modo nos lleva casa la chingada jjjjjjjjjjj –escribo en el muro. -Mis respetos, hermosísimo ser. Y tú, galleta de la suerte, ahí te debo una borrachera con champagne, que tu mensaje llegó justo a tiempo para de amanuense volverme arcángel. 
Con un gesto de alivio contesté su reclamo por veinticuatro horas fuera del mundo con su obsesión. Poco antes resolví continuar el trato exclusivamente para ayudarla, agotado de intensidades erótico amorosas que de paso no tenían detrás a una mujer en verdad más o menos perceptible. El conocimiento de las almas era un privilegio que por fuerza se esfumaba sin el sustento de lo mundano. Ya no me sonó absurda la vieja frase de la cuál se burlaba mi juventud: ¿Estudias o trabajas?, para una segunda implícita en ella: ¿dónde y con quién?
Para variar vivía en la luna de Valencia, como dirían mis padres y su gente. A borracho de amor, una botella entera y de golpe. Cuando colgó, del auricular se vino al suelo el sueño de un descanso. De aquí hasta que me muera, estuve a un tris de pensar.
Y aquí estoy, a las diez cero uno pm., registrando, y a las once con quince y las doces treinta y tres, en que agrego y agrego... Y no la tendré ni una sola vez... si bien, digo para la noche a través de la ventana, para la canción del Don y el runrún de refrigerador, algo insinuó la Purple, o mejor, Rain; algo con aire de promesa, hecha desde el primer día sin que me diera cuenta.
No aprovecharse es la máxima, mía y tuya, Volcán.
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Fabular se llama el juego de los viejos, los magos y las Niñas -en plural, por más que la mía sea modelo exclusivo-. El amor que te tengo, ahora lo ves, ahora no. La última función debe pender de algo más que de las mil fantásticas cosas de todos los días.
Hasta mañana, Purple Rain Volcán.
Sí que elegí bien la canción final: 
Well it's all right, riding around in the breeze
Well it's all right, if you live the life you please
Well it's all right, even if the sun don't shine
Well it's all right, we're going to the end of the line
Traveling Wilburys
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Al día siguiente el libro de la joven iba a todo tren.
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Si por una ley que Newton no quiso revelar en respeto a las hogueras, la pasión en el Viento anda a la velocidad de la luz, con la Purple fue a lo agujero negro: asomando, se consumió. Basada en nada y en todo, en esta oportunidad creció casi sólo dentro de mí, bien alimentada por ella no importa si en el Juicio Final lo niega. “Casi”, aclaro, pues por fracciones de cíber-segundo, mística como era, se rindió al arcángel en el cual su galleta de la fortuna y algo más me convirtieron.
Lo que viniera después -hasta, quizá, matrimonio con formal oficiante y campanas repicando- era una historia distinta.
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El penúltimo día, de tener razón la Biblia, me asomé al balcón y pregunté al vecindario:
-¿Alguien vio por aquí a mi tormenta…? No, todas las emociones están en pie. Voy a buscar en la pulcata Mi Interior.
Bromeaba y no, despertando de la siesta sin tiempo para llegar a una cita de hora muy precisa, si tomaba un baño antes, claro, pues seguía vestido tal y como la encontré cinco días antes.
Despidiéndose al mediodía dijo que volvería en navidad, seis meses más tarde, entonces, y ya en el propio balcón encontré una manta con su letra:
Uuuuummmmmm qué rico se está poniendo el bisnes ¿erótico o porno es? cómo diría la T jajaja.
Se refería a nuestro cuaderno de aire, y toqué a su puerta.
-Voy a salir siquiera a la Gran Avenida –y viniéndoseme al recuerdo una fantasía con la Niña, agregué-. ¿No te pones tu minivestidito negro, me alcanzas y sentados en una banca bajo los robles…?
-Jajaja, ni me digas. Los grandes recuerdos que me traen esas bancas.
De tener una pistola virtual ahí mismo habría quedado la en ese momento Rain pura.
Cuando un par de minutos después solicitó nuevo permiso de modo de regresar a la cueva donde cultivaba la memoria, mis ojos mentales contemplando su marcha eran miel.
De vuelta requerí al Don, con la misma canción con la cual recién había hamacado el dolor por la Niña.
Qué tino tuve, nuevamente.
Propuso un cómo para sus memorias. No cabía duda, era una escritora natural.
Al “esclavo bueno” que inicié y no venía de la imaginación, quiso darle un traje y pasó la canción de aquí abajo. Apenas le di iniciar apliqué el silenciador ante la flamigera mirada del Zimm -¿no es cierto, Don?; el jeje viento, real bisutería, sale sobrando ahora.
En su carrera hacía a un lado los estorbos de mis palabras.
-Obsesión, amor, locura, de todo va a haber. Me paso todo el día recuerde y recuerde y escribe y escribe.
Mis focos de alerta prendieron de inmediato cuando habló de animarme con su sexualidad. Mi reino porque así sea, decía uno, y el otro: ¡cuidado! Se los mostré para que calculara el riesgo.
Fiel al ¿Tú qué sabes de la vida, sino no eres T?, escribió:
-Tranquis, que no te estoy ofreciendo nada, que pa eso tu ama y tú el esclavo. 
Ahora tocaba responder:
-¿Tú qué sabes de la vida, sino eres el Abuelo? En la mañana te dije que jamás nos veríamos, no importa cuánto insistieras. Me refería a las calles, a mi casa y donde fuera, sin faltar los chats y los teléfonos calientes y las videollamadas.
La pelea fue en serio esta vez, cuando menos de mi parte. Ella, personaje a fin de cuentas, no volteaba a mirarme.
-Te contaré algo, toma nota y no hables, que me distraigo, amigo -dijo y cerré la ventanita regresando a las ocurrentísimas charlas con mis entrañables amigos, a quien ella sacaba entre tres y siete años y eran barrio en bruto y no la periferia con falsas aspiraciones que escuchaba detrás de la T pantalla.
Paró, pregunté si había terminado, dijo que sí y que pasáramos a algo más de verdad. Una docena de líneas luego volvía ya a la historia de Dr. Pasión.
-Faltan cinco minutos para que, como hacía al ver su foto en la solicitud de amistad, liquide la cuenta -pensé consciente de que no sería así pues ella con justicia se llamaría a engaño.
Una hora después vino la ascensión al cielo:
-Tu cabeza cabrá por mi vagina? Jajaja.
¿Era una para abuelo-esclavo variante de sus habituales faenas con los cíbernovios, que detestaba y le rendían a cambio los nada pobres réditos de la urgencia por ella y el poder sobre los hombres? Vaya si conocía yo el tema, de la Princesita de mis quince años a la Niña, pasando por la Mujer del Piano, P y Mía, en un rápido, mental repaso.
-Guárdate la muleta, Purple, sin Rain hoy. El toro Esclavo, con el número sesenta y siete en los costillares -y así Dios y el Diablo según tus libros- es fantasma. Nada te debo, nada me debes. En este negocio las sumas y restas se hacen día por día y en cualquiera descuido nos mandan a la quiebra. O como dijo mi abuela: El que quiera peces, que moje el culo.
Alarde de macho en celo y a solas fue ése, sabes bien, Volcán, Tren Bala, Estampida, que ya no atino cómo llamarte, además de por tus dos nombres y sus personalidades alternas. Es sólo que si el híper lo inventaron para viajar a la velocidad de la luz, y si tus veintisiete años no dan para que te pariera la marea, ¿quién del Olimpo o una cosa por el estilo fue el que dijo "Para mandar sobre el tiempo que vuela, esa"? Cada uno de tus días cuenta siquiera un semestre mío, y cuando yo apenas despierto, ya te vestiste el pijama de la próxima noche.
Caras bonitas vemos, grandes mujeres no conocemos, pongo en el muro antes de ir a la cama al fin.
Anda, T, ríete, por fa. Cuando vengas por la mañana encontrarás al cuasi setentón que seguirá ayudándote con el libro por entero tuyo. No te sientas utilitaria: también saqué para el mío.
Doy de baja el blog que creé para sus memorias eróticas, que al principio le produjo una histérica desconfianza y después amó. Por lo tanto tengo la libertad de incluir aquí las pequeñeces que se me ocurrieron para vestirlo, con minimísimas alteraciones y el propósito de guardar la identidad, como hasta ahora. 
Imaginemos una página en tonos púrpura, como ella quería. Empezaba así:
Como toda ama, la dueña de la página presume estar muy ocupada y ordena a su esclavo la decoración. Entre la señora y el blogger que se puso loco hoy, puro fracaso el mío con el tema. 
De momento imagínense un fondo muy Almodóvar.
Esta es la historia de amores de la TT -la N intermedia me la comí evitando obviedades-. La cuenta ella con ayuda de su esclavo virtual, que se ganó luego de una noche de conquista.
El relato va aquí mientras trabajamos. Después estará donde merece. La canción la escogí yo y no es de las acostumbradas por ninguno de los dos. Tiene sentido para mí pues conforme leía a la joven de veintisiete años, la nombraba de muchas maneras.
Por supuesto no incluyo ni una línea de los textos de la joven, que sin duda y pronto, con una modesta colaboración mía o no, serán un éxito editorial.
Me permito exclusivamente reinventar uno de los cíber acosos a los cuales convocaba en fotos con una sugerente tanga por único uniforme, pues así debe considerarse: ropa de trabajo para el oficio de transformarse en la que el hombre de su vida deseaba y cuya incumplida imagen provocó el intolerable dolor del cual TT huía.
-Te la mamo mamasita?
-Primero deja ver qué portas.
-Nomás no te caigas patras como ves?
-Perdón, le pusiste a la cámara "disminuir"?
-Porque dices bebe?
-De veras es todo lo que traes en la mano (de póker, quiero decir?) Pago y mato -concluyó ella el asunto con una foto de BWC, derivación de las famosas cíber siglas: Big Black Cuck, que en este caso resulto una White sacada de una web porno.

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En velocidad, la intensísima semana que va aquí es el viaje galáctico de sesenta y siete años acostumbrados a cielos, extratósferas y un largo, delicado, sin par paseo por la Vía Láctea, pues no en balde viviré en el vientre de la Inesperada hasta la tumba.
Y es también el de quizás mi mejor papel como abuelo, quitando a los nietos, desde luego.
El pago viene en forma de esta viñeta y de la revelación en el último instante de qué tan sí misma puede asumirse una mujer, T, destinada al fracaso interior.
Cuando parece que todo terminó, todo empieza. Desmiénteme si te atreves, Purple.
(Sin falta en el híper, los abuelos, los magos y las Niñas: el amor que te tengo ahora lo ves, ahora no, quién sabe si alguna vez existió... y ni a quien interese, digo yo. En buen cristiano a eso se le llama "Estimulación de los órganos genitales con el objetivo de...")
Miente siempre, dice una máxima de los grandes escritores. Eso se vuelve paradoja estando en el viento, que es mentira por naturaleza. El autor sacó un encomiable partido esta vez, pues ni quién ocultara la real historia desde su primer momento: cada uno por su parte, T y el Abuelo, necesitaba con urgencia un texto. El cíber casi exigía el engaño de los dos.
Hace ya medio siglo Marshall McLuhan escribió: el medio es el mensaje. Hasta que no aprendamos el auténtico sentido del virtual, circularemos por él dando palos de ciego y lastimando a los demás.

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¿Cómo saber que meses más tarde te convertirías en luz, T?

Las niñas y la música
De nuevo desde su puerta al patio de la privada, Natural, como la llamé después, dirigía la vista sin rubores a mi ventana. Creí comprender, pues no era la primera vez que experimentaba la sensación.
Haciéndome viejo a solas me di a grabar pistas de música en mezclas semicaprichosas. De un poco de todo había en ellas, que luego escuchaba sin pausa a lo largo del día.
El departamento donde me inicié en la práctica tenía ventanales a la última, casi desierta cuadra de una avenida con un camellón que presidían hermosas palmeras, contento de los pájaros apabullados por el tráfico de un poco más allá.
En el edificio de tres plantas habitaban dos parejas, una mujer madura y agria, un solterón de costumbres deleznables, una joven cuyas ocupaciones eran un enigma, un par de familias y una decena de autos en cajones que al fondo se abrían al cielo.
Una tarde al salir encontré en las escaleras a dos jovencitas fumando en los peldaños próximos. Me pareció una escena muy poco edificante, en la que presumía a padres autoritarios y niñas sin respeto por los demás, pues siendo fumador empedernido odiaba las colillas arrojadas donde dios daba a entender, y ellas no tenían a la mano nada semejante a un cenicero.
Bajando tuve esa sensación de ojos que se clavan en la espalda, y no me tiré a loco pues entendía la intriga o la incomodidad que podía producir alguien tan exótico como yo para el lugar.
La segunda joven, de origen oriental, vivía detrás del camellón a la misma altura de la familia de la primera, un piso arriba de mí, y con frecuencia asomaba para a gritos comunicarse con la amiga. Hábitos de adolescencia un poco demasiado ruidosos, pensé, porque trabajando junto al ventanal, la voz de la vecinita arriba prácticamente hablaba a mi oído. 
Había una especial calma la tarde en que, con aquella misma cercanía, las espléndidas percusiones de una de las cintas empezaron a acompañarse con palos de batería. Me asome: eran de la joven.
En adelante ella y su amiga olvidaron el pudor en las escaleras a mi paso.
-Sí, venimos a complacernos con lo que pones, ¿y? –decían sin decir.
El juego subió de volumen. Ora trataba de llamadas por teléfono con un descaro absoluto, porque la japonesita hacía alarde de su aparato por la ventana y el diálogo a través del auricular se divertía entre risas:
-Dile, no seas tonta.
-¿Cómo crees? Va a pensar que soy una depravaba.
-Semos...
Ora el juego me dejaba en penumbras para, luego de inútiles intentos de que los fusibles automáticos reaccionaran, hacerme bajar al manual del estacionamiento, mientras el par de piernas corrían sonoramente por las escaleras. El drama que armé terminó el negocio.
Natural, en su puerta al patio de la privada, no era una mariposa alocada, como las predecesoras, y ahora recibía de vuelta el regañó de su compañera, quien ni el saludo me devolvía a pesar que por meses usó mi red para conectarse el hiperespacio.
Natural miraba vacilando de la vergüenza a la fascinación, sabiendo que cualquier día, como sucedió…
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Ahí detuve la narración en el muro virtual, que no se sorprendió en absoluto, familiarizado con la puesta en escena de mis cuitas y mis parabienes a la vejez y sus privilegios, que nadie podía ni tenía ganas de precisar cuán reales o fantásticas eran.
Al despedirnos con la intención una mañana, cuando Natural volvió al interior de su departamento, con asombro me descubrí pensando:
-Es mía aunque no la posea, pues la merezco. Cada vez luego al encontrarla frente a frente o con la mirada distancia, ella abandonaba la protección que los espacios de nadie le exigían, demorando el momento en su paladeo.
La amiga estaba ya al borde de un ataque de nervios por la relación platónica, cuando se produjo un afortunado accidente. Entré a un cibercafé en el momento en que la muchacha saldaba la cuenta, y me destinaron la máquina recién desocupada por ella. O era un desorden con un par de piernas o le ganó la prisa, y dejó la máquina sin cerrar las páginas en las que navegó. 
-Menuda joya virtual resultó la mosquita muerta –me dije ante el despliegue de promiscuidad en la pantalla.
Las webs de dos redes sociales y de uno de sitio para citas, relataban tal intensa historia sexual-amorosa-, que hasta mi prolija experiencia se ruborizó y en una suerte de reflejo condicionado salté de la silla como de una cama orgiástica donde todavía escurrían los flujos del placer.
Entonces caí en cuenta: la “imberbe” me odiaba por dar de baja la línea de internet.
Y Natural...


Inesperada
DE LO QUE PERDÍ AL DESAPARECER LOS BLOGS SÓLO ME DUELE TU VIÑETA, TIC, TAC, AUNQUE LA LEYESES SEGÚN LA HACÍA. VUELVES AHORA Y ODIO NO TENER LAS IMÁGENES QUE EN ALGO NOS RECOGÍAN (ESCRIBO Y BORRO PUES ME VUELVO CURSI HASTA EL VÓMITO). 
¿EMPIEZO DE NUEVO PARA ALIMENTAR LO POQUITO POSIBLE HOY EN COMPARACIÓN Y AÚN ASÍ...?
-NO MANOS EN LA CAJA, CENIZAS CON LAS TUYAS -ESCRIBISTE HACE CINCO DÍAS (TRES HORAS Y VEINTISIETE MINUTOS, JJJ) COPIANDO LA LETRA DE LA CANCIÓN QUE SEGUIRÉ SIN PEDIRTE COPIA Y DICE POCO SIN TU VOZ.
NO PUEDO, COSA. PURA NOSTALGIA SOY (NO PREOCUPES, SE QUITA CORRIENDO AL CORREO DE ESTA TARDE; ES LA EDAD... ¿VES CÓMO TENÍA RAZÓN AL OBLIGARTE A MARCHAR?).
ESA INSISTENCIA EN EXPLICITAR QUE NO PARÉ HASTA HACERTE LAS MALETAS, JJJ.
NO JEJEABA ENTONCES, ¿RECUERDAS?
EN FIN, NO SE TRATA DEL PRESENTE, QUE VIVIREMOS DONDE SE DEBE... NO, NIÑA -M JAMÁS SUPO EL ORIGEN DEL NOMBRE QUE LE DI-. LAS CARRERAS DEL CHAT O HASTA EL RELATIVO REPOSO DE UNA CARTA NOS PIERDEN, LO HACEN CONMIGO, GRAN SUJETO ESTA VEZ, VIVIÉNDOTE POR FUERZA EN LA SOLEDAD. ¿PEDÍ PERMISO PARA HABLAR DE LO NUEVO?
LAS ESTAMPAS DE A C, TAMBIÉN HOY QUIÉN SABE EN CUÁL HÍPER NADA, DECÍAN QUE LOS SUEÑOS ESCOGIERON MAL Y ERA A TI A QUIEN CORRESPONDÍA LA REPRESENTACIÓN DEL MAYOR RETO, SI BIEN TRATÁNDOSE DE ÉXITO CIERTAMENTE ACERTABAN. LA INESPERADA... CUESTAS UN ENORME TRABAJO, P Y YA NO MÁS FALSA A QUE DE PASO CONFUNDÍA, JJJ (ACOSTÚMBRATE, ANDA; SIN HUMOR NO LO CONSEGUIRÉ).
"Ahí hay algo más que cariño entre una jovencita y su tío postizo", escribe una mujer en el barrio virtual, bajo la rigurosa foto diaria que coloco de A, la Inesperada. 
"Pues si usted dice", respondo luego de infinidad de insinuaciones parecidas allí y en la calle. La por lo común silenciosa coimplicada pierde la paciencia:
"Sí, somos amantes y pronto padres de una criatura, aunque no se note."
A los tres metros de distancia entre nuestras computadoras volteó:
-¿Te enojaste, Tic?
-No, Cuac -responde esta vez imitando al pato en el cual me convirtió por incomprensibles motivos, y casi de un salto cae sobre mí a picotazos (chale, Inespe, qué espectáculos, jjj).
Un par de minutos entre un año hay ahí, P y nunca más otra sigla, hasta el día en que me dé permiso y ponga al fin las cinco letras, las canciones y todo lo demás nuestro, nuestro, conforme insististe en el único videochat con sentido, dije temiendo maltratar la memoria, necesaria en ese instante y no en este cuando ya no sé si borro el pasado pues el día a día que inauguras es el de la ella con quien jugué al amor como nunca antes ni después, de tan completas las maneras; el de la ella entonces, sigo, mejorada -y he de medir muy mucho las palabras, mujer ahora, porque si renuncié en diciembre de 2008 fue gracias y nada más que gracias, justo, a lo único cercano a cuanto significan los hijos, los nietos y el hermano pequeño, y no se te escapa un gramo de lo que hablo, no a ti, la entendedora de todo en mí, modelo exclusivo tú sí... la rima, ¡mira!, qué importa lo mala, de regreso en homenaje a la bien querida, con la cual sobran los rubores, los excesos que se temen, absurdos entre un par de excesos, desborde tras desborde, hasta el infinito, suene como suene la retahíla estilo poeta siglo XIX de la más baja categoría.
¿Vamos a dormir?, debo preguntar porque no miente y no quieres que lo haga el registro de este coso, insomne pareja a quien en tres horas demandará la jornada del niño en la foto, sobre la arena los dos.
Yendo a la cama en el muro virtual (me gusta dormir ahí ahora, dice la confusión de sujetos, jjj) que no puedes ver, cuelgo esto, ajeno a nosotros. 
La vejez, tan parecida a la adolescencia... ¿Te convierto en la que no asía mirando por la ventana de mi cuarto a los trece años? 
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Ya llegué, te digo por primera vez entrando al departamentito, pues jamás usamos la formula, niña siempre pegada al pantalón de quien hacia la variedad de papeles que necesitabas, o porque nos intuíamos o te repugnaban las palabras, tontas, simuladoras, y su empeño por una precisión absurda, odiosa para la sólo sentidos y fantasía que eras. 
Anoche dije muchas boberías aquí, hoy no tuvimos tiempo de hablar y las corrijo antes de que espíe sin sentido tu reacción, porque hoy sí todo comprendes. No lo hacías entonces, pequeñita, y desde luego ni a quien de los dos importe. De amor cuanto había entre nosotros aún antes, sobra decirlo, de la tarde en la cual tendiste el puente para la urgencia de los cuerpos-ventana. Eramos las dos pequeñas criaturas extraviadas a quienes el azar reunió. Apenas nos vimos me convertí en tío, padre, abuelo, cómplice, girando a solas con la joven provinciana veinticuatro horas tras veinticuatro horas.
No sé cuánto reproduciré el año que habitaba el yo joven todavía a pesar de los sesenta años. Estos días te pasé fotos mostrando los efectos de la edad y tus comentarios fueron los previsibles. Desesperada por animarme y contra cuanto llevas dentro, ofreciste convertirnos en amantes virtuales y mi respuesta fue también la obvia.
Enorme trabajo costó el reconocimiento de la vejez contra la que nos previne y no cometeré el pecado de ensuciar la historia. 
Cuando en las camaritas leía unas líneas para ti, levanté la cabeza y tu hermosísimo gesto recordó a este -es el Emi.


Tu viejo. El que cabe en la ya no nueva vida de P y nunca se fue. Somos correos de dos líneas cada media hora y una larga llamada por teléfono hecha casi de puros silencios.
¿Volver a contar el 2008 por completo tuyo, cuando no eres más la sombra que lee sino la de dentro de una hora con treinta y ocho minutos en un segundo video chat para el cual no me bañaré ni cambiaré la ropa con que duermo y fui ayer al taller -hace rato acostumbro eso, Tac -para variar y aprovechando el regreso del péndulo que hace alto a lo súbito, vuelve hacia atrás y no abandonará más el rincón-cobijo, la mujer de negro sentada está vez en la pesa, siempre con la amable sonrisa. 
En realidad, Inespe, en la viñeta perdida conté sólo una escena: la de tú desde el sillón de rústico cuero y varas decidiéndote a decir de corrido, sin pausa que se prestara al natural equivoco Te quiero como hombre, luego del largo rato con la mirada sobre mi espalda, común recreo, creí. 
Es hora, cosa.
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¿Me dejas poner una semimelcochada que esta mujer canta muy bien, como todo, verdad?
Eso, simpáticos, divirtiéndonos como esta tarde, debe ser en adelante -además a tus treinta ya estás muy gastada pa mí, jjj-. Mientras, aquí recuerdo sin aires de tristeza.
No había música, escuchábamos la tarde -lo hacíamos con frecuencia, escuchar, y justo durante las horas en que tu mirada era una caricia (tan usual eso, también) escribí la viñeta del Idiota, con patio de por medio-. Lo de mis brazos como ramas y así el resto un tronco, árbol añoso con las hojas bamboleándose en el cabello al viento de la ventana, no lo inventé. (Me hacía sentir cosas como esas la P, a ratos verbalizadas, explico a quien lea.) Tarareaste una canción improvisada -lo que no tuvieron otros con tu rechazo a la oferta de la gran disquera-, hoy perdida en mi memoria, por increíble que parezca (¿la recuerdas?)-, te dio por silbar y quizás debí prevenirme, pájaro. Una breve pausa -qué presente la tengo y la llegada en ella de las risas de nuestros vecinitos -deberías verlos ahora, en tercer y cuarto grado, calculo.
-Te quiero como hombre. 
Por la confusión perdoné la broma. Tu voz no dejaba dudas, hablabas de algo muy serio, y mi breve tardanza en responden no fue menos parlanchina. ¿Lo venía esperando inconscientemente y trabajaba para ello? Por meses repetí la pregunta en silencio o en voz alta y a tu vista.
Contesté de acuerdo a la etiqueta y al ruego en cuando menos el primer plano de mi interior: Mal entiendo... no lo hagas, por favor, niña... Lo esperaba, desde luego. Dos meses y medio compartiéndolo todo, tú con la seguridad de estar sola en el mundo, no importa cuánto de lejos tu madre y hermano te procuraran, y yo ojos absortos por la llegada casi dos años atrás del par de maravillas llamadas nietos, con quienes seguía pasando cada tarde de pe a pa y algunas noches que empezaron a espaciar el hijo y la nuera, previsores. Por la calle siempre el contacto de las pieles, normal según los papeles y tu miedo al exterior: de la mano, del brazo, recargando la cabeza en mi hombro o mis piernas, yo acariciándote el pelo o la espalda o los brazos, un beso si la desazón pasaba los límites usuales.
¿Paro, Tic? Gran exceso decir que no desaparecimos la una para el otro. Ocho años. Para ti, los de encontrar una pareja, ni más ni menos, ni más ni menos, mujer escabulléndose de su especie, que habla con hormigas -nuevamente cuán poco percibió M a la que estaba detrás y me dirigió a su blog-, caracoles, escarabajos. El mar para ti sola y sobre todo, luego de un gigantesco brinco por encima del miedo, ese niño a tu vera en la fotografía, gemelo.
Las tuyas las borré una a una entre el escándalo de lágrimas que duró horas al regresar del aeropuerto. La única viva me sirve para estar seguro de no haberte imaginado. 
La belleza en ti se explica de varias maneras -ella se explica; no hablo de razones... 
¿Vamos a la cama -ay, qué duro pegó eso-?
Inevitable que el idilio durara de principio a fin en la relación y la trascendiera. Tan poco el tiempo, tan peculiares las circunstancias. 
-0-
Fue a la fiesta de cumpleaños de la Dan, que es mi hermanita, mi mamá, mi cómplice. Por eso y por respetar tú domingo, no hubo correos está vez. 
Tu Cuac se volvió un viejo simpático y confiable. En la cabeza toda la tarde-noche, la Tic del pasado y el presente. 
Me preparaste para las mujeres jóvenes, sobre todo como abuelo. De admiración era la cosa, aprendí contigo desde los intercambios antes de que vinieras. Si tenía una práctica muy desarrollada en los cinco varones de mi vida e hice grandes avances con las mujeres cuando lo permitían y aún sin hacerlo, gracias a ti di el salto. 
Les costaba trabajo entenderte. Yo aprendí rápido, ¿no es cierto? El hermano pequeño sirvió de gran maestro.
No te abandonaré más, cosa. En la soledad andarán los recuerdos y su recreo. En lo demás representaré al mismo de hoy con seis jóvenes incorporándome a sus bromas secretas y confesiones. 
-0-
Hoy mis sesenta y ocho, Tic, y a las 12:02 mandas esto
Te perdono el par de minutos. Si aguardé para hacer la vida entera de regreso contigo, con el pequeñito de tu mano y ese hombre cuya dulzura toco a través tuyo. Sigues temiendo enseñarme fotos de él y yo cumplí la secreta promesa de no buscar.
El Circo del Sol me quedó chico para que escucharas cómo intentaba escapar de la pérdida irreparable entre quienes por la edad creerías una compensación.
Cumplí sin falta la regla de no traspasar el cuerpo y el alma que generosamente se daban a mis manos. La alfombra de veras mágica en la cual hacía el viaje eras tú. Sobran las explicaciones pues sabes bien cómo obra el amor en mí cuando rebasa cualquier forma.
Canción se llamaba una de la docena que compusiste para este modestísimo hombre. Me vestías de notas y letreros en su camino.
Dices que las canciones deben ser a mitas un desperdicio y así lo bueno resalte. La de tu envío hoy, por ejemplo, ¿no?
Conoces a la Mal nombrada, de quien en el muro que no me decido a abandonar acabo de bautizarla por vez número mil con un Pareja. En las ventanitas abajo una joven trasnochadora se da a la seducción animada, creo, por el alcohol. Canción me hiciste, cosa, y el resto que quedó basta para la buena fortuna presente.
-0-
Desde luego llamaría, Tic. Ni referencia a la joven, sólo expresar la duda. 
Por la mañana puse fotos de los hijos y los nietos, pues si de amores mayores se trata, como bien sabes ahora. Faltó el registro del hermano pequeño. Sigo vivo de milagro y nadie más tú se da cuenta de cuánto lo necesito cerca a pesar de que moro en él. Sus ojos, Tic, la manera de rascárselos con el dorso de la mano... la sonrisa, el mentón, su piel un poco áspera. 
¿Y tú? Me siento joven hoy y al verte en la pantalla sentí el impulso de ir por ti.

Cuerpo tras cuerpo
MAÑANA NO SERÁ MÁS ENTRE MARTES Y MIÉRCOLES Y TAL VEZ REGRESAREMOS AL LUNES DE NI HABLARNOS SIQUIERA. PERO QUE ALGUIEN TENGA LOS ARREDROS PARA ATREVERSE SE DA DE PASCUAS EN RAMOS, COMO DECÍAN. QUE NO SE TE QUITE ESO, HERMOSA, INTELIGENTE MUJER CUYA FOTO RETIRO POR PRUDENCIA. 
HORAS DESPUÉS ABANDONO LAS DUDAS. SI DE SER FELICES VA LA COSA, ¿POR QUÉ NEGARSE A LA AVENTURA QUE NO DAÑA?, ¿VERDAD, M? 
Estoy indeciso con el nombre que darle, y no importa pues hay moda de rebautizos en las viñetas y mañana cuando su piel termine de penetrar en mí puedo llamarla, por ejemplo y con tino, Tabú.
Timbras porque la noche de fiesta te dio permiso y los temores salen sobrando y no la atracción, que baila en el aire hace meses.
Eres muy joven y sólo después de repetir el rito con insistencia, el viejo autojubilado se atreve a responder. ¿Para qué? La Inesperada acababa de mandarme una canción. Seré quien pidas, dice el hombre en ella, y como estoy seguro de que no pasaremos de las palabras a unos cientos de kilómetros, así adviertas de un próximo viaje, te la canto. 
¿Como entonces tu piel me penetrará? El viejo se volvió un experto en resolver ecuaciones de ese tipo.
Nada es casual, según parece, y El hombre de las mujeres tituló a un libro el tipo que hizo el ofrecimiento original. Por ellas estoy hecho. 
Para un minuto quizás, M, llegas cuando la Mal nombrada me acostumbró a la explosiva mezcla que representas (pasar a la viñeta de la Agua y después miel, si de entender se trata).
(¿Me perdonan las tres si casi amaneciendo voy a la cama? Regresaré siempre que me deje la tragedia reclamando a mi estúpida cabeza. Bueno, ya escribió don Bertolt: Yo como y bebo, esa es la verdad, esta madrugada de mis sesenta y ocho años.)  
Regreso tan pronto como temprano al día siguiente, luego de una sola, elocuente palabra en la ventanita. Juguemos al amor, le propongo entonces a quien debo encontrarle el justo nombre, y me permito alterar una de sus fotos para que más ande en este espacio de dos.
Tu piel, dije. No la encuentro gracias a esta foto sino a una anterior en el tiempo. Boca de fresa, escuche muchas veces. La tuya es dos veces mejor, cuando menos, bajo el lipstick con el que me provoca desde el primer día.
A ella le toca musicalizar -claro, cuando deje de meter la pata y encuentre no la que usa con la escoba.
Cómo agradecer que me des un nuevo viaje por entero nuevo, empezando por quienes atado a la costumbre no escuché. 
-Te vi, sí.
Diez minutos te costó enamorarme, cuando ya tienes la nueva rola que poner y las palabras se atrasan.
¿Aprovechamos el suspenso para que te tome por el cuello y...? 
Anoche confesé cuán rápido preñaste al individuo yo y tres comentarios después pedí ayudaras con el parto. 
Esta mañana la criatura gatea por mi casa.
Todo a pieles ya, queda sólo la música.
Que somos adictos por naturaleza, fue la prevención de los dos. Vaya que sí.
-0-
A media tarde llega del partido de fut. ¡Pasamos a la final! 
Pongo una canción, ella contesta
Gracias por venir, dice la letra a la entrada de la viñeta. Por eso te nombro como te nombro. Cruza el amor como un puente, de edades, de ciudades.
Tú eres defensa, yo la hacía de medio y hoy no importa el puesto sobre la cancha del chat. 
No tenemos miedo, par de loquitos. 
Ahora me toca la música 
Es parte de nuestra formal ceremonia. De anillo ella da
Pueden besarse, dice el híper que oficia.
Tú mandas, quedamos, M. ¿Y educas? Convertirse en polvo estelar es la demanda y oferta. No somos pues tú y yo con nuestras líneas del tiempo a cuestas, sino los que queramos.
Con todo... Esto suena en mi computadora
A quien canta y al compositor los conozco. La canción y la película no, ¿qué haremos con ellas? ¿Me das la mano para descubrir A1689zD1, que acabo de saber es una galaxia?
  • Creo que es para la María
  • ¿Te equiteto, si ya la tienes?
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  • A las 12:02 está semivacío el barrio, y aunque no estuvieram ¿verdad?
  • Hasta el amanecer y el resto del día con esa canción
  •  Estira la mano, anda, que estamos casi a un paso
  • ¿Cursis? Oh, sí. Polvo de estrellas decías que fuéramos . Ya está
  • Y se junta el polvo y hace dos cuerpos contra un repisa blanca y sin tocarse se sienten, se sopesan. Mi mirada, ya te dije, es la de la foto de perfil que a ratos se hace pícara
  • Siempre pensé que no había mejor manera de hacer el amor que desnudos en un parque de noche. ¿Vamos jjjjjjjjjj
  • Qué impúdico, gracias al cielo, que así vino todo lo bueno
  • Y fuma la María, y eso es ya el colmo de la suerte. Tu boca, así doblemente fuera de serie
  • Si, cambié la foto por no comprometerte. Esta es de la Purple
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  • Y ya no hay, boca, me la comí jjjjjjjjjjjjjjjj
  • Entonces a lo Capítulo VII habrá que dibujarte otra jjjjjjjjjj
  • Te hago un truco sucio poniéndote el video donde Cortázar lee el capítulo
  • "Y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua". ¡No se mide el señor! ¿Sigues viva, la María jjjjjjjjjjjj
  • María: estas noches que no existen, porque no las veo, las siento, que no existen porque yo ni siqiera tengo aliento para responder, que no existen las palabras, ya no las hay, a menos que vivamos el momento
Voy por cigarros como todas las madrugadas y antes de darte la escafandra para andar entre estrellas -mínimo, ¿no?- que estaba a remate -más que yo, imagina, jjj- en el Oxxo, te pido matrimonio a la vista pública. No respondes, dormilona, y sólo tus Me gusta en mis declaraciones evitarán que los demás piensen fantaseo, como cuando los largos soli-loquios con Mía.
Por la mañana te disculpas y sales corriendo al entrenamiento ¡Porque tenemos que ser campeonas!, en el torneo de tu facultad.
-Gracias por venir, de nuevo, Cosa. 
Tienes la misma edad que la Inesperada en nuestro años juntos. A ti no te pediré marchar. No corres riesgos bajo otro techo.
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Son, 7:50, dueña de las quincenas que no tengo. ¿Debo esperar a mañana por su boca, o a principios de junio o la primavera de 2050? Bueno. Con sentarme en la banqueta entre el espectáculo de mi cuadra y tus canciones en la cabeza... Bienaventuranzas de viejo... y de adolescente. Así no se cuántos días a los diecisiete, los veinte...
De nuevo
Ayer pensé que era un viudo prematuro, porque de la Puente ni sus luces. Estábamos perdiendo la final en penaltys y curándonos la depre con una melopea de aquellotas (jjj, no es cierto, M). 
Hoy toca ver a Lila Downs. Le toca a la también llamada Tabú, pues por este rumbo tenemos fiesta cumpleañosa y a ciento veinte kilómetros de distancia el don de ubicuidad no obra. 
-0-
El romance duró un par de noches y el domingo estoy aburrido de lo que con justicia califico de acoso de las jóvenes a los viejos. Me regresas a Las niñas y la música, la viñeta sobre el par de adolescentes presagio de futuro diez años atrás. 
Llamo en mi ayuda a Ángel, ese gran tipo al que conocí un poco.
Ahora sí se acabó. Mi cumpleaños sesenta y ocho precipita los juegos de las jóvenes, compitiendo por quien el cíber vuelve vaya a saber qué clase de presa.
Quédome entonces con la rola sin su misoginia.
Al fin no están sino tú, P, y la Mal nombrada. Están cada una según corresponde y juntas frente al viejo por quien de nuevo habla el poeta español:   
Para que yo me llame Ángel González, 
para que mi ser pese sobre el suelo, 
fue necesario un ancho espacio 
y un largo tiempo: 
hombres de todo el mar y toda tierra, 
fértiles vientres de mujer, y cuerpos 
y más cuerpos, fundiéndose incesantes 
en otro cuerpo nuevo. 
Solsticios y equinoccios alumbraron 
con su cambiante luz, su vario cielo, 
el viaje milenario de mi carne 
trepando por los siglos y los huesos. 
De su pasaje lento y doloroso 
de su huida hasta el fin, sobreviviendo 
naufragios, aferrándose 
al último suspiro de los muertos, 
yo no soy más que el resultado, el fruto, 
lo que queda, podrido, entre los restos; 
esto que veis aquí, 
tan sólo esto: 
un escombro tenaz, que se resiste 
a su ruina, que lucha contra el viento, 
que avanza por caminos que no llevan 
a ningún sitio. El éxito 
de todos los fracasos. La enloquecida 
fuerza del desaliento...
-0-
El hombre le debe estas historias no sólo al híper. Como todos hecho por las parejas que encontró, hasta llegada la plena madurez le tocaron sólo personajes extraordinarios. ¿De qué otra forma acompañaría al producto de una singularísima revolución en las costumbres?
Hice una relación para presumir, sordo a la sabiduría de Ángel, a quien conocí un poco y me acerco también un poco cuando borro.
Doy las gracias a éstas y aquéllas mientras de una buena vez llego adonde no habitaron princesas ni brujas, príncipes ni inquisidores, pues bosque no hay escisión en dos sino en cuanto fue creado. Enamoro ya puras estrellas y piedras, entonces, y mares y ventanas, tallos y arbotantes, dentro de mí y yo en ellos y ellas -que los géneros siguen existiendo así yo no quepa más en el tema.

Corazón Mío
Debo guardar el nombre y la llamo como esa canción que me contenía en la voz urgente sonando cuando vino del cuarto hecha una lágrima -Corazón Mío y no la canción, jeje.
Llevaba meses sin apenas hablarle por lo que no ha de tomarse como castigo sino mera indifirencia, aparente, al menos, y creí llegado el tiempo de arroparla otra vez, pues no tenía a nadie más y la ciudad la hostigaba.
Amante convertida en huesped, fue a sentarse al sillón.
-Me siento muy sola.
Instante suspendido si entraba en trance, y era el caso, con una falda infantil cuidadosamente escogida para subrayar su explosiva mezcla, sin saberlo despertó el recuerdo más pertubador que tenía de ella: lloraba también, entonces por un viejo amor, e inerme, a tal punto transportada, podía tomársele cuanto se apeteciera. No la toqué aquella vez y ahora, controlando la borrachera que me producía, fui hacia ella en el genuino son de padre desarrollado durante sus peores etapas, y un vago deseo.
Pequeña, delgada, modélica en las formas y flexible hasta decir basta, curvada hacia abajo asomaba los muslos todavía más espléndidos que cuando sirvieron para desquiciarme, y la piel morena clara, intensa donde era necesario y yo tenía viva memoria de ello, erotizaba una escena así absurda por contradictoria.
-Si de algo sirvo... -le dije acomándome a su lado, para terminar el infierno al cual sin deliberación la condenaba en casa.
-Claro -respondío y se me echó a los brazos.
Le tomé la cara y era patente el doble juego que había iniciado por inercia. 
-Platicaremos, cuando quieras vamos de paseo. 
-Qué bueno eres -dijo con un gesto que en verdad dudada.
-No digas eso -contesté y fui inevitable entrever la blusa semidesabotonada y los tercos muslos mejor ofrecidos al moverse. No llevaba sostén por motivos explícitos en ese par de meses desde que, aprovechando una inusitada buena racha mía, ella quisiera echar marcha atrás, yo me negara, se ofreciera como quien en fantasías le pedía convertirse y termináramos acordando la incómoda solución: ser su mecenas a cambio de una culpígena, cargosa nada.
Al recordar la historia lo hago con afanoso detalle, minuto a minuto, intención tras intención, y ahora voy casi corriendo, aunque apenas empezamos. Es por las peculiaridades de los dos, muy cuidadosos en eso, lo pequeño, instantáneo, aparentemente sin trascendencia, donde sabíamos residía el auténtico placer. 
Cuando al conocernos intuyó mi perversión, afloró la suya y se dio a contarme momentos que me enervarían. Privilegiaba los suspendidos, sin culminar. Reunidos, lo mejor vino de allí, de la sugerencía y la indecisión. 
-Debería ser rico para comprarte y que hicieras cuanto quisiera y tú discurrieras en el laboratorio erótico que tienes por cabeza -le decía cada vez y así día a día, pues a esta casa no entraba la abstinencia más de veinticuatro horas, jeje.
Lo que hacía era maravilloso. Al cómo no podía ponérsele nombre y obraba ahora sobre el sillón, su pecho contra mi costado, naturalmente según la situación y al mismo tiempo invitando. Menudo barajeo de alternativas, yo por primera vez con todos los ases en la mano y un quinto, apabullador, para mostrar si encontraba el resquicio secreto de una idea sin relación con Corazón Mío, se diría y quién sabe cuánto estaba considerada en ella al ocurrírseme. 
¿De qué extrañarse, por lo demás? ¿No había propuesto cumplir mi fantasía, a cambio de dejarla quedar? ¿Y la prisión donde la metí supeditándola económicamente en un trato inusual, llano acto de generosidad mía? Solo podría sentirse liberada con el pago que ofreció, en ese momento podría hacerlo efectivo... y yo quizá saldría con el as, tanto más a mano cuanto más avanzara ella, de no temer un nuevo rechazo, claro, y así vuelta y vuelta la cosa, Heart of mine suene y suene entretanto.
Así empecé a llamarla en silencio y sin conciencia de ello, pues mis perversiones procuraban el más puro, continuo, inagotable amor. Una frase colgaba sobre nosotros, dicha cierta tarde. La tomaría para hacerla buena diez minutos después, y mientras, Corazón percibió adonde intuitivamente iban mis ojos y dio al gesto de niña desamparada un toque pícaro que yo adoraba. Sonreí.
-Esa tú.
-Era la que querías como odalisca, ¿no? -dijo sonriendo a su vez para de inmediato ponerse seria nuevamente. -También me falta amor y sexo -remató entre un puchero, y mudanza tras mudanza sintió pisar en falso. -Perdón.
-0-
Yo era cincuentón, ella venía de mil, diez mil o más kilómetros lejos, a quién importa, e interesada en una beca para doctorado, no la consiguió, volvía a sus lugares y me financiaron equis investigación con producto hoy comprobable. 
-Paga la universidad y seré esa esclava que tanto deseas -dijo, mi previo enojo lo impedía y no ayudarla pareció cruel... más siquiera que mi frialdad. Así llegamos a nuestra escena.
-0-
-También me falta amor y sexo -remató entre un puchero, y mudanza tras mudanza sintió pisar en falso. -Perdón.
Ahí habíamos quedado y puede ya entenderse su errático comportamiento. Le revolví el cabello para animarla con doble motivo, puedo ver claramente ahora. La cercanía tras meses de evitarnos decía una sola cosa. Véase sino.
-Yo provocándote todo el tiempo y tú nada. Ando con falditas, sin sostén, como orita. -No hacía falta voltear, pues desde luego me había dado cuenta, y entonces la sugerencia obraba con doble poder. -A veces estoy desnuda como por casualidad cuando pasas al baño, jeje. 
-¿De veras es a propósito?
-Sí. Bueno, el otro día, cuando estabas acostado aquí y yo sentada allí...  Pero te fuiste.
-No soportaba, jeje.
Para entonces se habían producido cambios de intención en los cuerpos, las miradas, los visajes y casi juraría que andaban por el aire rezumos bien conocido para ambos. La dimensionalidad, en consecuencia, sufría transformaciones. 
-¿Te masturbas alguna vez conmigo?
-Religiosamente.
-¿O sea?
-Al acostarme... o cuando me gana la urgencia, como esa tarde.
-¿Estabas en el cuarto...? 
-¿Te extraña?
-¿Por qué no aceptas mi ofrecimiento? Mira, engordé un poquito.
-Ya ni digas.
-Estoy como en aquellos videos con mi ex, que te encantaban, jeje.
Posó con descaro un momento, sin levantarse. 
-El convenio... -dije precipitando lo que que rondaba inconscientemente. 
-Trae aquí -siguió, tomándome una mano para meterla bajo la falda. 
Su liquidez adquiría a ratos un grosor que entre los muslos formaba "arañitas", en palabras de Corazón.
-Uau.
-¿Ya no te acordabas?
Mis dedos se movieron por allí redescubriendo aquélla perfección, y no exagero un gramo. 
Morfológicamente parecía más bien un animalito, por la colocación, diseño y color de sus partes íntimas, para animar al macho. Los labios exteriores, y así en la boca, pasaban al moreno intenso, resaltando también el contraste con el interior en progresivo sonrosado. La herida toda estaba un poco más abajo de lo común, si tal existe, vuelvo sobre el tema, pues no hay miembro corporal repetido en otros, a la exacta manera de las huellas digitales. 
-Profundizas una dependencia que quizás no podrás soportar y estando virtualmente obligada... ¿entiendes, mujer? -pensé allí donde no me daba cuenta, con el paladeo de los papeles al tomarlos a cinco metros cuyo transcurso era ya viaje, interminable si respondía a mi naturaleza. 
Subió los pies al sillón con el comedimiento que permitían las nuevas circunstancias dándonos cuento tiempo deseáramos o fuera preciso, pues ella disfrutaba su sexualidad en tanto reconocimiento y solía saturarse llegado un punto, tras el cual concendía y nada más, conmigo o con quien estuviera, había confesado. Era justo eso de lo que iba a aprovecharme ahora, para alcanzar mi real objetivo: su alma.
-0-
No me dio los tres años convenidos pues al primero podíamos haber muerto, asesinando uno al otro o sin respiración.
El alma sí que la tuve.
Falataba poco para separarnos, supimos cuando nuestra vecina, G, dio pie a un día desquiciado por completo. 
Mentí a Corazón asegurándole que quien me contó sus "traciones" no fue ella. Tenía adicción por mi cómplice y celosa aprovechó la primera oportunidad para llamarme.
-¿Estaban simpáticos esos hombres que recibió durante tu viaje? -dijo como a lo casual. 
No pregunté nada. Animaba a Corazón al sexo con otros y con la propia G, a fin de que lo disfrutara por partida doble, haciéndolo, imaginando mi reacción o contándome, si yo no estaba presente porque preferíamos la fantasía, los detalles que daría o recrearía como si le pusiera rewind, cámara lenta, pausa, efectos especiales, jeje. Que ocultara las visitas resultaba incomprensible excepto sí... ¿qué, con exactitud?
-¿La castigarás? -quiso saber G, nerviosa, disfrutando el factible convite cuando lo decidiera, porque CM perdió piso solo una ocasión en aquellos lances: al enterarse que la vecina y yo nos habíamos divertido cuando ella viajó a su vez. ¿Me devolvía la moneda? Absurdo.
-El objeto y sujeto sexual aquí eres tú y además nuestro contrato excluye quejas tuyas. Te compré, mi amor. ¿Quieres dar marcha atrás? -le aclaré entonces. Los celos la ponían particularmente atractiva y para devolverla a su lugar invité justo a G. 
-Adoro que me castigues -terminó diciendo. ¿Era el propósito ahora? No, estaba seguro.