domingo, 14 de febrero de 2016

Purple Rain

2014
La canción que correspondía y la que quedó.


El ya viejo truco de la foto de perfil para prendarse dio resultado y fue fiel a lo demás. Exudaba sensualidad resulta una mala frase en su caso. Vivo para complacer, dijo y mentía. Para complacerse, sí, y de ese modo al mundo a través suyo.
Desde luego no la pretendería y la edad era, si acaso, la última razón. De intentar tocarla de cualquier manera la magia se rompería y otra vez agradecí ser abuelo. Mirar, admirar, pensé años atrás al encontrar a la más misteriosa mujer. Con la nueva la historia tendría que repetirse sin el menor desvío, venciendo las tentaciones, ni siquiera un pasito rumbo a ella.
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Eso publiqué en mi muro a dos días de conocerla. Y la noche siguiente: 
Imposible no emborracharse de ella. Emborracharse con su cuerpo y la sugerencia que hace de él; con su descaro y sus historias descubriendo a una mística tras una criatura que vale su peso en oro del erotismo.
A la próxima: 
Bastó escuchar su voz para que terminara de enamorarme perdidamente. El volcán se volvió niño y jugaba.
De agregado iba mi auto advertencia: Las reglas no se alteran un ápice. Sólo habrá magia a distancia, así ésta ahora no sea mucho mayor que el alcance de la mirada. Que también, y en mucho de eso está hecha la vida, ¿verdad, Emi?, ¿verdad, Sebas? El abuelo, como ustedes, el columpio en el parque, la pelota que rueda...
¿Vendo la trama, pues la historia ocurre entre el primer comentario y el que no es el último y podría en beneficio del relato?
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No fui yo quien la buscó y sí en cambio, reconozco, el que dio marcha atrás en la decisión de cerrar la cuenta, apenas vi la foto en la solicitud de amistad. El cabello negro se recogía dejando algunas ristras al vuelo para completar la oferta a su sorprendentemente pequeño y por eso significativo mundo virtual. Miraba hacia un lado, como convenía al juego desprecio-invitación, y la carne de una extraordinaria frescura se volvía irresistible exhibiendo en el escote de una blusa campesina cuánto la maceraba el amor.
El secreto se escondía en los ojos y la boca, de los cuales yo no tendría el brillo, el sabor, el pajareo; en consecuencia, secreto martirio, muy conveniente para la historia y para mí, creo, en tanto amo  absoluto de la fantasía (creo, nada más, y gran cosa la duda se agría si hago cuentas a lo macho: faltarme también el aroma de cada rincón en el voluptuoso cuerpo, por ejemplo).
Y pensar que esa ella nació por un rechazo... San Juan de la Cruz se me vino a la cabeza en sus intensísimos viajes pasionales con el Dios en el cual no creo, como en ningún otro. ¿Porque a qué rechazo respondía la joven de veintisiete años?; ¿al del hombre a quien envió furiosos correos de despedida, o al primigenio -en el nombre del padre, inicia la bíblica oración?
Las dudas no salían de mí sino de nuestras conversaciones. Ella sabía, supo siempre quizás, que pasó de cero a cien por un amor superior al que estaba a su mano.
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-¡Tu foto de regalo, tu foto, por favor, deja que la ponga! -le pedí en silencio para no tocar el tema jamás de vuelta, fuera en la forma que fuera. Cómo compartir la gloria de ese instante al derramarse entera sobre el mundo.
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-Eres un ángel que cayó del cielo o un ser cósmico que me generé bastante bien y quiero llorar de alegría -dijo. -Viájame y úsame, que para eso estoy. Te confieso, no eres el primero que lo hace.
¿Me aprovecharía de ella, yo, el Abuelo?
Después de eso empecé a llamarla Little Susie. 



Para sus amigos puso un vínculo a este cuaderno y hubo el casi obligado diálogo en el viento.
-Esa es la pobre versión vista desde el abuelo. Y la buena, la que contará T.
-Esa T es una loca que te pidió limosna para el alma en el nosocomio donde diste una plática jaja.
-¿Tú qué sabes de la vida, si no conoces a T? -escribí con un clásico jjj final, y no reía: la frase era precisa y me la dirigí: ¿Tú qué sabes de la vida, si no conoces a T?
Apenas unas horas antes fue que escuché su voz por primera vez. Las letras en la pantalla tenían un tono grave, por una probable deducción del metro setenta y nueve de estatura que impresionó al hombre pequeño que soy. Leí mal, claro, si desde el inicio anunció una alegría torpe, en palabras de ella. Campanilleaba esa voz, por sistema entre risas, sin mesura alguna, en una instintiva celebración de hasta lo más insignificante, golpeando contra la gente, los muebles, las paredes, ni más ni menos que los alocados brazos, piernas, caderas. De pájaro celebrón, era.
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La película transparente entre sus dedos, ofreciendo porque estaba agradecida y sentía mi agradecimiento: por la existencia y ya, los dos, cada uno en su mundo, absolutamente irreconciliables entre sí, y entonces ideal complemento.

Ambos continuábamos nuestros días de empeños, de entrañable bisutería del trabajo y el hambre, y amores. Yo en eterna remembranza de la Niña, y ella... ¿cómo saberlo? Me lo contaría en el momento mismo, de pedírselo, y no queríamos. De su historia erótica se trataba todo.
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Gritó la alarma de la página. Era ella exigiendo que pusiera una canción.
Ya estábamos de nuevo en el universo Purple rain, que así quise llamarla también. Yo existía sólo cómo cuanto deseaba: sentidos pendientes de ella, y una duda: ¿me castigarán Dylan y doña Eleni por la música de aquélla viñeta? ¿A quién le importaba, si volvía dentro de ella, a su vientre, sus venas, por las terminales nerviosas, los circuitos del cerebro y más allá?
-Anda, sigue enloqueciéndome de placer -pensé entre la borrachera en la cual vivía desde tres días atrás.
-¿La verás alguna vez? -preguntó el único amigo a quien contaba la relación.
-¿Verla?, si la poseo todavía mejor que con la boca entre su sexo.
¿Calladamente el Abuelo confiaba en una trama que lo llevara al paraíso de la Purple?
Entonces de la ventanita del chat se puso a fluir un río de letras y tuve miedo.
-Debemos empezar un algo, no sé qué, para no robar tus historias - le dije, y mientras, para mí. -No en balde te autonombraste el Idiota: a su lado la noche más tímida sería un cielo un millón veces multiplicado, en comparación a tu borrachera virtual.
Su potencia me rebasaba de una manera brutal. Era una estampida de animales y yo una brizna de hierba que contemplaba con azoro el espectáculo rogando sobrevivir a él.
Di click a las listas de reproducción y fui por lo primero a la mano, para volver a mí.
Cuando más miedo tenía nos encontramos a través de lo más natural: el humor.
Al marcharse a dormir, sin palabras le prometo: haré cuanto sea, excepto vulgarizarte, hermoso ser.
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Tu vida, la mía, por la cuál no te interrogarás ni un segundo y es lo correcto: cumples el papel de personaje, como a su modo la Niña cuando hace no mucho y para una larga estancia, en su caso también de cuerpo presente, llegó por aquí mismo con veinticinco, tropicales años. ¿Me preparó para entenderte o fue Mía, justo de tu edad, poco antes, y sus caderas-marea, parecidas a las tuyas? El de abuelo es un oficio, ¿sabes?, así se enrede en el más rabioso entrecurzarse de pieles. Contigo lo practicaré a lo San Juan de la Cruz y a lo T, porque los dos se licuan en espíritu... me parece. Misterio de arriba abajo, querido Volcán.
En fin, como la Niña, como Mía, como yo, quedas atrapada en la letra. En cada interpretación tendrás una vida sin registro en tus días y quienes la escuchen no precisarán si en verdad pisaste las calles. Tampoco nos importa, ¿no?
Hasta mañana, pues, se despide quien decidió ser tu esclavo invirtiendo la película que así quizás ajuste a tu maravilla.
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Pasa un día que es larguísimo y no por la falta virtual de ella, el volcán-estampida con la cabeza y algo más metida entre sus recuerdos y un teclado donde registrarlos hasta lo infinitesimal; no por falta de ella, pues, sino por sobra en la pluma ventosa, digamos, casi sin pausa durante veinticuatro horas.
Cada uno presumiendo al otro en vaya uno a decir qué boba calma, cuando a las ocho con cuarenta y dos pm se encuentran, a gritos resulta la cosa. Por fin entonces el teléfono y el peso de ambos mejor percibido.
Como todo pleito, el primero le sube el volumen a la flama.
Gracias, conductora del tren bala que a cada uno a su modo nos lleva casa la chingada jjjjjjjjjjj –escribo en el muro. -Mis respetos, hermosísimo ser. Y tú, galleta de la suerte, ahí te debo una borrachera con champagne, que tu mensaje llegó justo a tiempo para de amanuense volverme arcángel. 
Con un gesto de alivio contesté su reclamo por veinticuatro horas fuera del mundo con su obsesión. Poco antes resolví continuar el trato exclusivamente para ayudarla, agotado de intensidades erótico amorosas que de paso no tenían detrás a una mujer en verdad más o menos perceptible. El conocimiento de las almas era un privilegio que por fuerza se esfumaba sin el sustento de lo mundano. Ya no me sonó absurda la vieja frase de la cuál se burlaba mi juventud: ¿Estudias o trabajas?, para una segunda implícita en ella: ¿dónde y con quién?
Para variar vivía en la luna de Valencia, como dirían mis padres y su gente. A borracho de amor, una botella entera y de golpe. Cuando colgó, del auricular se vino al suelo el sueño de un descanso. De aquí hasta que me muera, estuve a un tris de pensar.
Y aquí estoy, a las diez cero uno pm., registrando, y a las once con quince y las doces treinta y tres, en que agrego y agrego... Y no la tendré ni una sola vez... si bien, digo para la noche a través de la ventana, para la canción del Don y el runrún de refrigerador, algo insinuó la Purple, o mejor, Rain; algo con aire de promesa, hecha desde el primer día sin que me diera cuenta.
No aprovecharse es la máxima, mía y tuya, Volcán.
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Fabular se llama el juego de los viejos, los magos y las Niñas -en plural, por más que la mía sea modelo exclusivo-. El amor que te tengo, ahora lo ves, ahora no. La última función debe pender de algo más que de las mil fantásticas cosas de todos los días.
Hasta mañana, Purple Rain Volcán.
Sí que elegí bien la canción final: 

Well it's all right, riding around in the breeze
Well it's all right, if you live the life you please
Well it's all right, even if the sun don't shine
Well it's all right, we're going to the end of the line
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Al día siguiente el libro de la joven iba a todo tren.
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Si por una ley que Newton no quiso revelar en respeto a las hogueras, la pasión en el Viento anda a la velocidad de la luz, con la Purple fue a lo agujero negro: asomando, se consumió. Basada en nada y en todo, en esta oportunidad creció casi sólo dentro de mí, bien alimentada por ella no importa si en el Juicio Final lo niega. “Casi”, aclaro, pues por fracciones de cíber-segundo, mística como era, se rindió al arcángel en el cual su galleta de la fortuna y algo más me convirtieron.
Lo que viniera después -hasta, quizá, matrimonio con formal oficiante y campanas repicando- era una historia distinta.
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El penúltimo día, de tener razón la Biblia, me asomé al balcón y pregunté al vecindario:
-¿Alguien vio por aquí a mi tormenta…? No, todas las emociones están en pie. Voy a buscar en la pulcata Mi Interior.
Bromeaba y no, despertando de la siesta sin tiempo para llegar a una cita de hora muy precisa, si tomaba un baño antes, claro, pues seguía vestido tal y como la encontré cinco días antes.
Despidiéndose al mediodía dijo que volvería en navidad, seis meses más tarde, entonces, y ya en el propio balcón encontré una manta con su letra:
Uuuuummmmmm qué rico se está poniendo el bisnes ¿erótico o porno es? cómo diría la T jajaja.
Se refería a nuestro cuaderno de aire, y toqué a su puerta.
-Voy a salir siquiera a la Gran Avenida –y viniéndoseme al recuerdo una fantasía con la Niña, agregué-. ¿No te pones tu minivestidito negro, me alcanzas y sentados en una banca bajo los robles…?
-Jajaja, ni me digas. Los grandes recuerdos que me traen esas bancas.
De tener una pistola virtual ahí mismo habría quedado la en ese momento Rain pura.
Cuando un par de minutos después solicitó nuevo permiso de modo de regresar a la cueva donde cultivaba la memoria, mis ojos mentales contemplando su marcha eran miel.
De vuelta requerí al Don, con la misma canción con la cual recién había hamacado el dolor por la Niña.
Qué tino tuve, nuevamente.
Propuso un cómo para sus memorias. No cabía duda, era una escritora natural.
Al “esclavo bueno” que inicié y no venía de la imaginación, quiso darle un traje y pasó la canción de aquí abajo. Apenas le di iniciar apliqué el silenciador ante la flamigera mirada del Zimm -¿no es cierto, Don?; el jeje viento, real bisutería, sale sobrando ahora.
En su carrera hacía a un lado los estorbos de mis palabras.
-Obsesión, amor, locura, de todo va a haber. Me paso todo el día recuerde y recuerde y escribe y escribe.
Mis focos de alerta prendieron de inmediato cuando habló de animarme con su sexualidad. Mi reino porque así sea, decía uno, y el otro: ¡cuidado! Se los mostré para que calculara el riesgo.
Fiel al ¿Tú qué sabes de la vida, sino no eres T?, escribió:
-Tranquis, que no te estoy ofreciendo nada, que pa eso tu ama y tú el esclavo. 
Ahora tocaba responder:
-¿Tú qué sabes de la vida, sino eres el Abuelo? En la mañana te dije que jamás nos veríamos, no importa cuánto insistieras. Me refería a las calles, a mi casa y donde fuera, sin faltar los chats y los teléfonos calientes y las videollamadas.
La pelea fue en serio esta vez, cuando menos de mi parte. Ella, personaje a fin de cuentas, no volteaba a mirarme.
-Te contaré algo, toma nota y no hables, que me distraigo, amigo -dijo y cerré la ventanita regresando a las ocurrentísimas charlas con mis entrañables amigos, a quien ella sacaba entre tres y siete años y eran barrio en bruto y no la periferia con falsas aspiraciones que escuchaba detrás de la T pantalla.
Paró, pregunté si había terminado, dijo que sí y que pasáramos a algo más de verdad. Una docena de líneas luego volvía ya a la historia de Dr. Pasión.
-Faltan cinco minutos para que, como hacía al ver su foto en la solicitud de amistad, liquide la cuenta -pensé consciente de que no sería así pues ella con justicia se llamaría a engaño.
Una hora después vino la ascensión al cielo:
-Tu cabeza cabrá por mi vagina? Jajaja.
¿Era una para abuelo-esclavo variante de sus habituales faenas con los cíbernovios, que detestaba y le rendían a cambio los nada pobres réditos de la urgencia por ella y el poder sobre los hombres? Vaya si conocía yo el tema, de la Princesita de mis quince años a la Niña, pasando por la Mujer del Piano, P y Mía, en un rápido, mental repaso.
-Guárdate la muleta, Purple, sin Rain hoy. El toro Esclavo, con el número sesenta y siete en los costillares -y así Dios y el Diablo según tus libros- es fantasma. Nada te debo, nada me debes. En este negocio las sumas y restas se hacen día por día y en cualquiera descuido nos mandan a la quiebra. O como dijo mi abuela: El que quiera peces, que moje el culo.
Alarde de macho en celo y a solas fue ése, sabes bien, Volcán, Tren Bala, Estampida, que ya no atino cómo llamarte, además de por tus dos nombres y sus personalidades alternas. Es sólo que si el híper lo inventaron para viajar a la velocidad de la luz, y si tus veintisiete años no dan para que te pariera la marea, ¿quién del Olimpo o una cosa por el estilo fue el que dijo "Para mandar sobre el tiempo que vuela, esa"? Cada uno de tus días cuenta siquiera un semestre mío, y cuando yo apenas despierto, ya te vestiste el pijama de la próxima noche.
Caras bonitas vemos, grandes mujeres no conocemos, pongo en el muro antes de ir a la cama al fin.
Anda, T, ríete, por fa. Cuando vengas por la mañana encontrarás al cuasi setentón que seguirá ayudándote con el libro por entero tuyo. No te sientas utilitaria: también saqué para el mío.
Doy de baja el blog que creé para sus memorias eróticas, que al principio le produjo una histérica desconfianza y después amó. Por lo tanto tengo la libertad de incluir aquí las pequeñeces que se me ocurrieron para vestirlo, con minimísimas alteraciones y el propósito de guardar la identidad, como hasta ahora. 
Imaginemos una página en tonos púrpura, como ella quería. Empezaba así:
Como toda ama, la dueña de la página presume estar muy ocupada y ordena a su esclavo la decoración. Entre la señora y el blogger que se puso loco hoy, puro fracaso el mío con el tema. 
De momento imagínense un fondo muy Almodóvar.
Esta es la historia de amores de la TT -la N intermedia me la comí evitando obviedades-. La cuenta ella con ayuda de su esclavo virtual, que se ganó luego de una noche de conquista.
El relato va aquí mientras trabajamos. Después estará donde merece. La canción la escogí yo y no es de las acostumbradas por ninguno de los dos. Tiene sentido para mí pues conforme leía a la joven de veintisiete años, la nombraba de muchas maneras.
Por supuesto no incluyo ni una línea de los textos de la joven, que sin duda y pronto, con una modesta colaboración mía o no, serán un éxito editorial.
Me permito exclusivamente reinventar uno de los cíber acosos a los cuales convocaba en fotos con una sugerente tanga por único uniforme, pues así debe considerarse: ropa de trabajo para el oficio de transformarse en la que el hombre de su vida deseaba y cuya incumplida imagen provocó el intolerable dolor del cual TT huía.
-Te la mamo mamasita?
-Primero deja ver qué portas.
-Nomás no te caigas patras como ves?
-Perdón, le pusiste a la cámara "disminuir"?
-Porque dices bebe?
-De veras es todo lo que traes en la mano (de póker, quiero decir?) Pago y mato -concluyó ella el asunto con una foto de BWC, derivación de las famosas cíber siglas: Big Black Cuck, que en este caso resulto una White sacada de una web porno.

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En velocidad, la intensísima semana que va aquí es el viaje galáctico de sesenta y siete años acostumbrados a cielos, extratósferas y un largo, delicado, sin par paseo por la Vía Láctea, pues no en balde viviré en el vientre de la Inesperada hasta la tumba.
Y es también el de quizás mi mejor papel como abuelo, quitando a los nietos, desde luego.
El pago viene en forma de esta viñeta y de la revelación en el último instante de qué tan sí misma puede asumirse una mujer, T, destinada al fracaso interior.
Cuando parece que todo terminó, todo empieza. Desmiénteme si te atreves, Purple.
(Sin falta en el híper, los abuelos, los magos y las Niñas: el amor que te tengo ahora lo ves, ahora no, quién sabe si alguna vez existió... y ni a quien interese, digo yo. En buen cristiano a eso se le llama "Estimulación de los órganos genitales con el objetivo de...")
Miente siempre, dice una máxima de los grandes escritores. Eso se vuelve paradoja estando en el viento, que es mentira por naturaleza. El autor sacó un encomiable partido esta vez, pues ni quién ocultara la real historia desde su primer momento: cada uno por su parte, T y el Abuelo, necesitaba con urgencia un texto. El cíber casi exigía el engaño de los dos.
Hace ya medio siglo Marshall McLuhan escribió: el medio es el mensaje. Hasta que no aprendamos el auténtico sentido del virtual, circularemos por él dando palos de ciego y lastimando a los demás.

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¿Cómo saber que meses más tarde te convertirías en luz, T?