lunes, 13 de noviembre de 2017

Corazón Mío


No hay hecho sacado de la bolsa aquí. Compongo cositas para mejor ocultar a la involucrada, aunque a ella no le importa.

¿El lírico yo saca partido de la historia o la mata?

Está escrito enredadamente y a veces mal sin más.  El embrollo es natural en historias así.
"La propiedad privada, la familia y el Estado", lleva por título un trabajo bien conocido que grita contra esas tres instituciones.

Debo guardar el nombre y la llamo como esa canción que me contenía en la voz urgente sonando cuando vino del cuarto hecha una lágrima -Corazón Mío y no la canción, jeje.
Llevaba meses sin apenas hablarle por lo que no ha de tomarse como castigo sino mera indiferencia, aparente, al menos, y creí llegado el tiempo de arroparla otra vez, pues no tenía a nadie más y la ciudad la hostigaba.
Amante convertida en huesped, fue a sentarse al sillón.
-Me siento muy sola.
Instante suspendido si entraba en trance, y era el caso, con una falda infantil cuidadosamente escogida para subrayar su explosiva mezcla, sin saberlo despertó el recuerdo más pertubador que tenía de ella: lloraba también, entonces por un viejo amor, e inerme, a tal punto transportada, podía tomársele cuanto se apeteciera. No la toqué aquella vez y ahora, controlando la borrachera que me producía, fui hacia ella en el genuino son de padre desarrollado durante sus peores etapas, y un vago deseo.
Pequeña, delgada, modélica en las formas y flexible hasta decir basta, curvada hacia abajo asomaba los muslos todavía más espléndidos que cuando sirvieron para desquiciarme, y la piel morena clara, intensa donde era necesario, y yo tenía viva memoria de ello, erotizaba una escena así absurda por contradictoria.

-Si de algo sirvo... -le dije acomándome a su lado, para terminar el infierno al cual sin deliberación la condenaba en casa.
-Claro -respondió y se me echó a los brazos.
Le tomé la cara y era patente el doble juego que había iniciado por inercia. 
-Platicaremos, cuando quieras vamos de paseo. 
-Qué bueno eres -dijo con un gesto que en verdad dudada.
-No digas eso -contesté y fui inevitable entrever la blusa semidesabotonada y los tercos muslos mejor ofrecidos al moverse. No llevaba sostén por motivos explícitos en ese par de meses desde que, aprovechando una inusitada buena racha mía, ella quisiera echar marcha atrás, yo me negara, se ofreciera como quien en fantasías le pedía convertirse y termináramos acordando la incómoda solución: ser su mecenas a cambio de una culpígena, cargosa nada.
Al recordar la historia lo hago con afanoso detalle, minuto a minuto, intención tras intención, y ahora voy casi corriendo, aunque apenas empezamos. Es por las peculiaridades de los dos, muy cuidadosos en eso, lo pequeño, instantáneo, aparentemente sin trascendencia, donde sabíamos residía el auténtico placer. 
Cuando al conocernos intuyó mi perversión, afloró la suya y se dio a contarme momentos que me enervarían. Privilegiaba los suspendidos, sin culminar. Reunidos, lo mejor vino de allí, de la sugerencía y la indecisión. 
-Debería ser rico para comprarte y que hicieras cuanto quisiera y tú discurrieras en el laboratorio erótico que tienes por cabeza -le decía cada vez y así día a día, pues a esta casa no entraba la abstinencia más de veinticuatro horas, jeje.
Lo que hacía era maravilloso. Al cómo no podía ponérsele nombre y obraba ahora sobre el sillón, su pecho contra mi costado, normalmente según la situación y al mismo tiempo invitando. Menudo barajeo de alternativas, yo por primera vez con todos los ases en la mano y un quinto, apabullador, para mostrar si encontraba el resquicio secreto de una idea sin relación con Corazón Mío, se diría y quién sabe cuánto estaba considerada en ella al ocurrírseme. 
¿De qué extrañarse, por lo demás? ¿No había propuesto cumplir mi fantasía, a cambio de dejarla quedar? ¿Y la prisión donde la metí supeditándola económicamente en un trato inusual, llano acto de generosidad mía? Solo podría sentirse liberada con el pago que ofreció, en ese momento podría hacerlo efectivo... y yo quizá saldría con el as, tanto más a mano cuanto más avanzara ella, de no temer un nuevo rechazo, claro, y vuelta y vuelta la cosa, Heart of mine sonaba entretanto.
Así empecé a llamarla en silencio y sin conciencia de ello, pues mis perversiones procuraban el más puro, continuo, inagotable amor. Una frase colgaba sobre nosotros, dicha cierta tarde. La tomaría para hacerla buena diez minutos después, y mientras, Corazón percibió adonde intuitivamente iban mis ojos y dio al gesto de niña desamparada un toque pícaro que yo adoraba. Sonreí.
-Esa tú.
-Era la que querías como odalisca, ¿no? -dijo sonriendo a su vez para de inmediato ponerse seria nuevamente. -También me falta amor y sexo -remató entre un puchero, y mudanza tras mudanza sintió pisar en falso. -Perdón.
-0-
Yo era cincuentón, ella venía de mil, diez mil o más kilómetros lejos, a quién importa, e interesada en una beca para doctorado, no la consiguió, volvía a sus lugares y me financiaron con generosidad una investigación.
-Paga la universidad y seré esa esclava que tanto deseas -dijo, mi previo enojo lo impedía y no ayudarla pareció cruel... más siquiera que mi frialdad. Así llegamos a nuestra escena.
-0-
-También me falta amor y sexo -remató entre un puchero, y mudanza tras mudanza sintió pisar en falso. -Perdón.
Ahí habíamos quedado y puede ya entenderse su errático comportamiento. Le revolví el cabello para animarla con doble motivo, puedo ver claramente ahora. La cercanía tras meses de evitarnos decía una sola cosa. Véase sino.
-Yo provocándote todo el tiempo y tú nada. Ando con falditas, sin sostén, como orita. -No hacía falta voltear, pues desde luego me había dado cuenta, y entonces la sugerencia obraba con doble poder. -A veces estoy desnuda como por casualidad cuando pasas al baño, jeje. 
-¿De veras es a propósito?
-Sí. Bueno, el otro día, cuando estabas acostado aquí y yo sentada allí...  Pero te fuiste.
-No soportaba, jeje.
Para entonces se habían producido cambios de intención en los cuerpos, las miradas, los visajes y casi juraría que andaban por el aire rezumos bien conocido para ambos. La dimensionalidad, en consecuencia, sufría transformaciones. 
-¿Te masturbas alguna vez conmigo?
-Religiosamente.
-¿O sea?
-Al acostarme... o cuando me gana la urgencia, como esa tarde.
-¿Estabas en el cuarto...? 
-¿Te extraña?
-¿Por qué no aceptas mi ofrecimiento? Mira, engordé un poquito.
-Ya ni digas.
-Estoy como en aquellos videos con mi ex, que te encantaban, jeje.
Posó con descaro un momento, sin levantarse. 
-El convenio... -dije precipitando lo que que rondaba inconscientemente. 
-Trae aquí -siguió, tomándome una mano para meterla bajo la falda. 
Su liquidez adquiría a ratos un grosor que entre los muslos formaba "arañitas", en palabras de Corazón.
-Uau.
-¿Ya no te acordabas?
Mis dedos se movieron por allí redescubriendo aquélla perfección, y no exagero un gramo. 
Morfológicamente parecía más bien un animalito, por la colocación, diseño y color de sus partes íntimas, para animar al macho. Los labios exteriores, y así en la boca, pasaban al moreno intenso, resaltando también el contraste con el interior en progresivo sonrosado. La herida toda estaba un poco más abajo de lo común, si tal existe, vuelvo sobre el tema, pues no hay miembro corporal repetido en otros, a la exacta manera de las huellas digitales. 
-Profundizas una dependencia que quizás no podrás soportar y estando virtualmente obligada... ¿entiendes, mujer? -pensé allí donde no me daba cuenta, con el paladeo de los papeles al tomarlos a cinco metros cuyo transcurso era ya viaje, interminable si respondía a mi naturaleza. 
Subió los pies al sillón con el comedimiento que permitían las nuevas circunstancias dándonos cuento tiempo deseáramos o fuera preciso, pues ella disfrutaba su sexualidad en tanto reconocimiento y solía saturarse llegado un punto, tras el cual concendía y nada más, conmigo o con quien estuviera, había confesado. Era justo eso de lo que iba a aprovecharme ahora, para alcanzar mi real objetivo: su alma.
-0-
No me dio los tres años convenidos pues al primero podíamos haber muerto, asesinando uno al otro o sin respiración.
El alma sí que la tuve.
Falataba poco para separarnos, supimos cuando nuestra vecina, G, dio pie a un día desquiciado por completo. 
Mentí a Corazón asegurándole que quien me contó sus "traciones" no fue G, adicta a ella y cuyos celos aprovecharon ahora la primera oportunidad para llamarme.
-¿Estaban simpáticos esos hombres que recibió durante tu viaje? -dijo como a lo casual. 
No pregunté nada. Animaba a Corazón al sexo con otros y con la propia G, a fin de que lo disfrutara por partida doble, haciéndolo, imaginando mi reacción o contándome, si yo no estaba presente porque preferíamos la fantasía, los detalles que daría o recrearía como si le pusiera rewind, cámara lenta, pausa, efectos especiales, jeje. Que ocultara las visitas resultaba incomprensible excepto sí... ¿qué, con exactitud?
-¿La castigarás? -quiso saber G, nerviosa, disfrutando el factible convite cuando lo decidiera, porque CM perdió piso solo una ocasión en aquellos lances: al enterarse que la vecina y yo nos habíamos divertido cuando ella viajó a su vez. ¿Me devolvía la moneda? Absurdo.
-El objeto y sujeto sexual eres tú y nuestro contrato excluye quejas tuyas. Te compré, mi amor. ¿Quieres dar marcha atrás? -le aclaré entonces. Los celos la ponían particularmente atractiva y para devolverla a su lugar invité justo a G. 
-Adoro que me castigues -terminó diciendo. ¿Era el propósito ahora? No, estaba seguro.
En esos tres jóvenes que llevo a casa buscaba un placer perverso superior al nuestro. Uno se lo prometía y calló todo respecto a él.
-Los traje para después compartirte la experiencia. 
-Llegué anteayer. 
Quiso cambiar de táctica desesperadamente y no lo permití.
-Termina nuestro trato. 
-¡No!
-Tienes dos meses para que alguien te acoja y pague los semestres.
-¡Por favor!
-Y olvida el bono, jeje -o as en mi manga aquella noche: un terreno con pie de casa, pagado a crédito blando.
Rogó sin resultado mientras yo volvía a la sensatez: terminar nuestro convenio en bien de los dos. Por desgracia o fortuna se adelantó, revelando algo, apenas algo, de la verdad.
-Me propuso hacer dinerito con video chats comerciales.
No tenía duda: una aventura así me atraparía. Estaba equivocada pero caí por lo obvio no confesado: se enamoró y el tipo cuyo retrato aparecía era promesa de extremos muy deleitosos, que dadas las circunstancias debería contarme cuando menos en cuanto no exhibieran su pasión y entonces agregándole o restándole pinceladas... si yo la dejaba hacerlo.
-Lo quieres.
-¿Eh?
-Nos conocemos bien.
-¡No, juro! Es que eso que propone...
-Revela al tipo de hombre por quien siempre has perdido la cabeza.
-Estás loco -dijo dando la media vuelta adecuada y sin memoria, pues valió para sus novios y no servía un carajo entre nosotros. 
Vaya ideal momento para que escaláramos hasta la ruina. 
-Bueno. Diviértenos.
-¿En serio?- dijo conteniendo los brinquitos que solían acompañar sus grandes alegrías. Me besó como era costumbre cuando se acordaban los juegos. -Verás... 
No presté atención a su letanía, calculando la mía.
-¿No le avisas por teléfono?
-Sí, sí. ¿Dónde está ese aparato? -respondió volteando a un lado y otro para tener tiempo de preparar la llamada. -Qué tonta, lo tengo en mi bolsa -agregó repentinamente porque el amor le permitió olvidarse que yo no un estúpido cualquiera. 
Marcó con desenvoltura nueve y no diez números y fue fluida respondiendo al supuesto diálogo: conqueteo, gusto por los presumibles agradecimientos, halagos, ofertas de plácer, dudas sobre el lugar convenido, cuyas falsas referencias dio en voz alta.
-Necesito videos -le susurré.
-¿Eh? -preguntó descomponiendo un poco la escena. -Ah, sí... Nada, nada. 
Insistí, cortó.
-Le digo mañana.
-¿Seguro?
Falseaba, con preocupación que no podía ocultar convincentemente.
-¿Y si no quiere?
-No hay trato. Lo controlas, ¿cierto?
-Claro, pero... 
Paré para que se rehiciera. Tenía opciones y yo paladeaba el episodio imaginándolas.
Me compensó de sobra, con su sueño dorado rondándonos. No la había visto antes tan emocionada, le costaba trabajo conciliar el sueño y al día siguiente blusas, faldas, colgajos, cepillos y peines iban y venían sin decidirse.
Mis celos y mi deseo, rabiosos, pues en verdad la quería y en verdad precisaba placer en grados demenciales, hicieron casi intolerable esas cinco horas de espera, que debían reducirse a dos, según le hice prometer. 
Arriesgaba todo, era consciente ella, y el larguísimo retraso solo podía explicarlo haciendo auténticas piruetas.
Le bastó ser sincera a medias.
-Perdón, perdón, no me dejaba ir. Es que timbraron muchos los clientes y vieras la excitación.
-¿Timbraron? Te volviste una experta. 
-¡Sí! Nací para eso, jeje. Bueno, ya sabes. 
-Poquito, entiendo ahora.
Trastabilleó. 
-Es distinto... te va a encantar... no creas que...
-¿Y los videos?
En el tema fue contundente, con sobrado tiempo de encontrar pretextos. Soltó uno casi entre lágrimas.
-La camarita no servía para grabar y me di cuenta hasta terminar. -Se respuso. -Pero te lo contaré todito, todito. Hubo detalles uf.
-¿Y cuándo regresarás con él?
-Mañana, ¿puedo?
Algo dentro de mí se rompió. 
-No más -pensé-. Que haga cuanto le venga en gana. -Sí, contesté. Voy a dar una vuelta. 
-¿Qué pasa?
-Nada. 
Salí sientiendo un profundo descanso. Ni siquiera inventaría razones. 
Durante la única discusión ella estaba en Plutón y yo camino a casa. 
-Acabó el nuevo contrato. Volvemos al anterior, con un cambio: Vete... -No escuchaba sus preguntas, súplicas, gritos, llantos, argumentos, declaraciones suicidas, jeje. -Seguiré pagando tu universidad y si lo que dices sacar con él no alcanza, pasas por aquí y te doy, lo mínimo indispensable, desde luego. Del bono, comprenderás, ni palabra.
Le costó mucho dejar al tipo, buscó mi protección cuando la amenazó, encontró trabajo, me vistaba a ratos, charlábamos como dos buenos compañeros y un año después regresó a su tierra.
Ahora, viejo, fantaseo con aquél día y lo que continuó. Tengo material a pasto, jeje. La canción permanece.