domingo, 26 de enero de 2020

Triple X

Hizo un guiño y me acerqué con extrema prudencia. Pudiendo ser la más pequeña de mis hijos le propuse el rol de tío con un toque pícaro, asomando a la ventana de su cuarto mientras la familia dormía. Increíble que yo no entendiera el juego si en cada visita a la hora prevista la encontraba desnuda por casualidad.
Hablamos del clima el día que al despedirse dejó un sobre en la mesa con una docena de fotos en las más provocativas poses, y una nota que probaba cuán transparente era mi perversión: ¿Quieres conocer con cuántos, cuándo y cómo estuve?
En la siguiente cita creyendo que dudaba ofreció hacerme su proxeneta. A la manera de la secuencia aquí arriba dije ¡Esta es la chica! y la lancé al estrellato de mis días. Excelente elección, hasta que salió de estampida, a la manera de la otra aquí arriba.
En cuanto a mí comí tanta mierda como el tipo también en la secuencia.
Muy David Lynch todo, no me extrañó luego que en el curriculum anexo al desplegado de periódico solicitando amigos y novios, borrara nuestros tres años juntos.
Habrá que preguntarle al director si la historia da para un Mulholland Drive II. Mi papel, claro, sería tan oscuro como el de ella.
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El Mr. no respondió a mi propuesta sino cuando un paparazi, creo, le informó de un nuevo episodio.
La joven ida miles de kilómetros lejos, de paseo con su amante por mi ciudad y a fin de ahorrarse el hotel me tocó a la puerta. Bastó una mirada para ofrecerles una recámara, desde donde en pago y luego de comprobar que su pareja dormía a pierna suelta, cada noche pasaba a mi cama. Entonces conocí el paraíso.
Escribo esto desde la fantástica locación que Lynch encontró para recrear la escena.