martes, 17 de marzo de 2020

Un distinto Terciopelo Azul

Intento servir de instrumento para entender lo que por mi edad no debiera.
Repito y repito: vivo en el día tras la eternidad, conocido como "mañana". Sueño, luego existo, dice un lema al cual le hago honores.

El video debe verse porque de él parte esta viñeta.
Petirrojos tragando gusanos en plácidos domingos suburbanos es normal. No así la anciana que se sorprende al comprobarlo.

Hice Otro Terciopelo Azul mal siguiendo a David Lynch. Erraba en un sentido: el director no ve desde la posibilidad del cambio social. Yo sí y por ello terminé reconociendo al acoso como enfermedad originaria. Soy el único actor masculino aquí a la vista, los demás obran a oscuras, y estoy perdido casi sin remedio. Casi, digo, pues me esfuerzo en corregir y a veces lo consigo. 
Agradezco especialmente a Amiga, por el espaldarazo que fue para bien. A diferencia de las demás jóvenes a quienes tratan estos apuntes, no vino por extraños motivos (Estimadas, dos puntos): fue elegida -¿por qué?, es la pregunta que se responde con: No la conocía-. Gracias a ella también escribí Canserbero, que intrepreta al deseo como apuesta por la libertad.
El petirrojo del clip representa al poder y su fuente patriarcal. Solo con Amiga (A) y Corazón Mío lo convoqué, si bien ésta llegó por los caminos trillados. 
¿Cómo empezar? Usemos el sábado en que frente a la terminal camionera de una pequeña ciudad pedí a A besarme. Le extrañó, aunque luego dijera algo distinto, y lo hizo comedidamente. Tenía treinta y tres años y responsabilidades mayores y no veintuno como Tú, quien apenas entró a mi casa hizo otro tanto, ella sin rubores, mientras me abría la bragueta.
¿Qué compartían? Machos en mayor o menor medida clásicos y mujeres que a veces los introyectaban para su autodestrucción.
Esperen, musicalizo, reproduzco un posible escenario entre muchos y presento a los personajes y sus representaciones cinematográficas.

El Angel Azul o Lupita-Marlene -jeje.

Yo o El viejo o B o Don, en dos papeles.
Profesor Rath
Jeffrey Beaumont. Bueno, aprovechemos para adelantar a otros dos protagonista, que en el clip aparecen al principio: Dorothy Vallens y Frank Booth. Aquél es el tercero, joven. 
Termino con los actores masculinos ocultos y un poco de involuntario humor negro. Ahí están, Tierno Pedrito y Engolado Negrete.
Los restantes roles femeninos: Tú, Mía, Pasión, Triple X, Corazón mío, Predescible, Anónima, Imprecisable, Purple Rain.
Otra alternativa musicalizadora son casi todas las canciones populares mexicanas siglo XX, dirigidas a un tiempo a la "indina, réproba mujer" y a "mi madrecita santa".
Continúa la acción cortando a una privada, como llaman a la vecindad que transitó al condominio; su patio a cielo abierto y donde remata, el departamento del Viejo, obsesionado con pasiones amorosas. Junto a la ventana, escribe:
Era con quien al fin cumplir el sueño y no sólo por su asombroso instinto sexual (...)
Pasan los años y el Viejo escucha la notificación de su celular. Es Tú o Anónima, según la nombra. Se envían mensajes cálidos y ocurrentes a hora y media de distancia y entra una llamada. 
-¿Me abres?
Es ella, tiene veintiún años y el espíritu teatral mejor cultivado que B conoce. Tres minutos después cuatro manos hurgan sexos, pechos, nalgas.
-Vine para quedarme, con una promesa: que sea para siempre -dirá luego la joven. Y días más tarde: 
-Necesito tiempo. 
Él entenderá a medias hasta otro telefonazo al que Tú responde:
-¿Un millón doscientos mil? Pero no es en Coyoacán.
B pone el clip de la película que lo cautiva y vuelve a escribir:
El hermoso petirrojo en placido domingo... Capitalismo del fin del mundo, llaman al que cursa. No puede narrarse con cantautores, perdona, Anónima. Nos asesinarán tan rápido, que no podrá verse nuestros cuerpos caer, cito de memoria palabras que Stanley Kubrick dijo al morir.
Creciste en una región donde "la muerte tiene permiso" -título que Edmundo Valadez dio a su ingenioso cuento- ¿y crees que para vivir basta Calle Melancolía?
Nuestro Don se siente el profesor Rath, despótico director de escuela cuyos modigeradas costumbres hace trizas una vampiresa. 
-Yo llevo media docena -piensa sonriendo y da de vuelta al teclado:  
invirtió los planos y cuesta trabajo despertar.
¿Despertar a qué?, ¿a esta pesadilla llamada realidad? Sí, pues no la vivo o no creo hacerlo.
De no ser tú, y lo sabes, seguiría jubilado en el mercado del amor y la carne. 
Solo si viene y me viola, escribí hace dos años, dejaré entrar a otra mujer. Conociendo los cuadernos, eso hizo Quien jamás pierde el estilo y repetiste su generoso acto. 
Eras perfecta para mis setenta y un años y, como con ella, tuve placer a manos llenas -exagerando alguito, jeje-. Lo demás se debe al inmejorable espíritu cómico-dramático que te distingue. 
Apenas cumplidos los ventiuno, no te apenaban nuestros besos donde fuera y cuadra tras cuadra recibía tus empujones que contestaba a patadas y advertencias. 
-Sigue y esa pared atestiguará nuestra pasión a media tarde.
Todo a velocidad estelar, dos semanas después dije Adios pues no resistiría forzosas ambigüedades. Pasaron doce horas y nuevamente el teléfono.
-Estoy en tu casa y vine para quedarme. 
Los sueños no me daban el ancho y cuando te alcancé vino un remate que ahora comprendo copiabas también de Última función:
-Hay un requisito: que sea para toda la vida.
Casi de inmediato apareció un departamento en casi Coyoacán y volví al viejo lugar.
Al poco entendí:
Estaba equivocado. La joven musicalizaba estupendamente. Joaquín Sabina servía tanto como la balada rocanrolera que el director escogió.
Si con , aparecida en mi vejez durante cuatro intensísimas semanas, podría haber protagonizado el papel del impoluto universitario que en Terciopelo Azul se asomaba al abismo gracias a Isabella Rossellini, para más justamente encarnarlo me identifiqué con el profesor Rath, como bautizó un novelista a su personaje: viejo maestro ultra auritario enamorado del Ángel Azul, reglamentaria vampiresa.
Anómima, como también le llamé, me mostró el apasionado caos de la adolecente que debe saltar al vacío donde se hará mujer quizá para morir. Hacía el tránsito detestando su historia anterior y la piel, el habla, la sexualidad costeñas intentaban mediterranizarse. Parecía un elegante, hermoso caballerito experto en encubrir intenciones y desarrollaba elaboradas formas de seducción con viejos, a quienes muy temprano convirtió en objetos predilectos.
Intentaré no banalizarla y recuerdo cuán por encima estaba de las contemporáneas que cumplían papeles socialmente demandados. Era arte y si bien no podía adelantarse dónde terminaría, tal vez incluso antes de "madurar", su reflejo desnudaba apariencias. Lo supe cuando volvió añicos la mía.
Pasan los años hacia atrás o adelante en estos cuadernos que ahora no deben traspasar mis cincuenta y ocho años, pues represento mi última función, y encuentro a Mía. Las viñetas que le dediqué merecen recogerse y pronto estarán por aquí. De momento su personaje se suma a lo no contado entonces.
Al despedirnos escribí:
En este viaje donde al deseo le cae dentellada tras dentellada, hemos muerto otro poquito los dos. Yo, ya abuelo, cuando volteo a mirarme encuentro casi puro hueso. Tú defiende tu hambre como perra, amor.
Respondió preguntando si me refería a su anorexia. Sobraba decir algo.
Estaba no menos atrapada que Dorothy Vallens, la protagonista en Terciopelo azul. El amo no pertenecía al narcotrafíco, era un intelectual, y podía asesinarla si así indicaban los informes de quienes ordenó su vigilancia.
Ella no tenía al hijo secuestrado, como Dorothy. Concedía por voluntad.
-0-
Solo una vez este viejo fue timado literalmente como el profesor Rath.
Intratable, nombré a la joven que vivía en otra ciudad y me vendió su riesgo a ser desaparecida... y perversión.
Alguien muy cercano abusó de ella cuando niña. Adolescente ya, el tipejo, T, quiso ir más lejos y a nuestra muchachita le sirvió de amparó un condiscípulo en quien advertían rasgos psicopáticos.
T padecía equis enfermedad y ellos cambiaron el contenido del frasco al cual debía acudir tres veces por día. Hospitalizado, encerrándolo bajo llave por largo rato lo amenazaron con castrarlo, para terminar copulando a su vista.
Fui un fiel, solidario compañero que buscaba ayuda para la joven a quien sugirieron podía morir si seguía inmiscuyéndose en temas del crimen organizado. No coincidían tiempos peligrosos y vacaciones para materializar el amor platónico que sentía por un paisano mío y apeló al apetito del sesentón. 
Alcanzó la meta cuando, mientras sucedía, me participó el inquietante pasaje sexual con una pareja. Que usaran de ella fue lo mejor. Al día siguiente envié su boleto para viajar.
El mundo de estas mujeres tenía toques infernales. Varias crecieron entre las clases aspiracionales. 
Tal pertenecía a una familia próspera que educó a sus hijas mayores para casarse con grandes empresarios o ejecutivos adinerados o ser inteligentes en grados superlativos y vivir con académicos prestigiados. En aquél conglomerado y sus entornos eran excepción las relaciones sexuales donde se involucrara el piel contra piel y a cambio había juegos de poder muy elaborados o grotescas adulteraciones -porno aberrante, etc.
Cual creció en una colonia formada por trabajadoras y trabajadores maquileros, cuya intimidad me asombraba pues conocí a muchas y muchos como ellos que al luchar se volvieron ejemplares. Idealizaban a esos Estados Unidos cuya basura produjo mil padecimientos y malformaciones en sí mismos o sus crías y se tenían como reservas conservadoras del sistema, empezando por normas que violaban sistemáticamente. Rendían culto al narcotráfico y las relaciones extramaritales mal encubiertas, y era peccata minuta si el hijo de una fue concebido gracias a drogas para idiotizar al personal femenino, porque en resumidas cuentas su esposo abusaría también y Dios celebraba siempre a los paridos.
-0-
¿Cómo hago, Mr. Lynch, para "cinematografiar" estas historias. No puedo servirme de música, pues estoy sin blanca -me refiero a dinero; la trata es otro cosa- y ni cómo qué pagarle a Baladementi y genial compañía. 
(Preste algo para el momento, don Niño.)

SIGUE                                 
 
 
*La cinta, El ángel azul, se basó en Profesor Untar, novela de Henrich Mann, hermano del genial Thomas. 
**El Amor, Marguerite Duras.
*** David Lynch.